¡Así se baila el huapango en la Sierra Gorda!
Nuestros #ViajerosExpertosMD Alexis Rivera y Rodrigo Cruz viajaron a la región de las montañas en Querétaro para presenciar el Festival Nacional de Huapango en la población de San Joaquín.
Escápate un fin de semana:
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Hubo un tiempo cuando la palabra “huapango” significaba muy poco para mí. Conocía, siendo un simple citadino, el de Moncayo porque de pequeño lo escuché, en compañía de mi madre, interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional dentro del Palacio de Bellas Artes. También conocía los tríos huastecos pues todavía llegan a mi colonia a interpretar sus piezas, pero tardé mucho en enterarme de que ese nombre de huapango correspondía más a las melodías de ese conjunto que a aquella composición.
Hoy casi te podría decir que conozco bien la palabra, que cuando escucho el llamado del violín sé que lo que viene es El caimán por Re al estilo de Pánuco y que un bailador principiante tendrá dificultad en seguir su ritmo cruzado. Pero no la conozco así porque sepa de su definición o de sus características, sino porque he estado en las hogueras de los maestros, las cuales arden en estas tierras desde hace casi cinco siglos y aún están allí para alumbrarnos por dentro y transformarnos para siempre.
Una de ellas se enciende en medio de la Sierra Gorda hacia inicios del mes de abril: es la del Concurso Nacional de Huapango de San Joaquín. Quizá la conoces bien o a estas alturas al menos habrás escuchado hablar de ella; es tu responsabilidad. Lo es porque, a inicios de la era de las memorias portátiles, el olvido todavía nos acecha como una sanguinaria bestia inmortal que espera el sueño de la noche para comer el corazón a los humanos. Yo la asumí hace tiempo, ¿estás tú dispuesto a asumirla? Porque, si realmente lo haces, no habrá marcha atrás: nunca volverás a ser el mismo. La lucha te llevará a realizar viajes inesperados, tal como me llevó a mí, en este caso, a San Joaquín.
Por el camino de Bernal a San Joaquín
Dado que he ido aprendiendo poco a poco lo que es el huapango, cuando recibí la noticia de que viviría esta experiencia, apenas había escuchado hablar de “el concurso de San Joaquín”. Sin embargo, una vez que lo supe, no tardé en comprender que sería un evento único pues no solo es el más concurrido de su género, sino que se ha celebrado sin interrupción desde hace casi medio siglo.
Para fortuna de Rodrigo, el fotógrafo, y mía -y para recordarnos que en este mundo no estamos abandonados-, no tuvimos que llegar solos a San Joaquín pues, casi de la nada, apareció un guía que nos acompañó en el camino. Él, Heber, como esposo de una sanjoaquinense, es capaz de llamar a este pueblo su segundo hogar.
Nos conocimos a las afueras de Querétaro y tomamos el camino de Bernal hacia San Joaquín. Mientras nos acercábamos, Heber enumeraba algunas particularidades de los alrededores: por aquí la peña de Bernal, los viñedos queretanos, algo más adelante el mármol de Vizarrón y, un poco más allá, nuestro destino. Entretanto, Rosa María, su esposa, nos relataba detalles más íntimos de la hoguera de San Joaquín como el hecho de que todos en el pueblo se encargan de mantener vivo este fuego a cambio de que él los mantenga vivos a ellos.
Súbitamente pasamos de mirar el relieve de la Sierra Gorda a encontrarnos sumergidos en él y, de pronto, entre los cerros apareció, ya cerca del ocaso, la ordenada avenida principal de un pueblo activo, la estatua de un minero, paredes anaranjadas, amarillas, techos rojos; un paso más adelante, un cartel, un altavoz: “El 46 Concurso Nacional de Huapango Huasteco: Para ser un verdadero campeón, solo en San Joaquín”. Por fin habíamos llegado.
Un 4 de abril de 1970
Ni bien nos habíamos acomodado en la estancia que nos ofreció la familia de Rosa María, nos devolvimos a la calle a observar los últimos preparativos del concurso que iniciaría al día siguiente. Heber nos condujo a la Casa de Cultura y todavía no la veíamos cuando ya escuchábamos a los otros guías: la música y el zapateado. Al dar la vuelta a la esquina los vimos: un grupo de jóvenes bailadores ensayando el son de El triunfo sobre un escenario. En cuanto nos acercamos, como si nos hubiera estado esperando, encontramos a Eduardo Vega, cronista municipal, quien nos recibió con calidez y nos guió por la historia y las calles de San Joaquín. La fiesta, según nos decía, se celebró por primera vez un 4 de abril de 1970 con el nombre de Concurso Regional de Baile de Huapango y se registraron apenas 17 parejas. Posteriormente, en 1973 el concurso adquirió la denominación de nacional y para 1982 su popularidad era tal que San Joaquín comenzó a ser conocido como la Catedral del Huapango pues reunía participantes de todos los rincones de la huasteca y más allá.
Mientras escuchábamos estas cosas, se aproximó a la tarima un hombre decidido que, aunque delatado como fuereño por su sombrero colimote, se movía por todas partes como paseándose por su hogar, y es que estaba en él. Se trataba del maestro Humberto Gazpar Osorio, participante pionero de la fiesta y máximo campeón -junto con su esposa, María de la Luz Sánchez- del concurso de 1992, quien, además, ya transmitió la tradición del campeonato a su descendencia pues la pareja conformada por su hija, Paloma Gazpar Sánchez, e Israel Mancilla Villaseñor fue la máxima ganadora del concurso de 2014.
Para este momento el velo de la noche ya se encontraba sobre nosotros y era preciso descansar porque a la mañana siguiente llegarían los protagonistas de la fiesta.
La otra religión
El 10 de abril recibió a los bailadores con un cielo transparente. Mientras unos se inscribían al concurso en la plaza principal, otros más buscaban a su pareja, ya sea porque se habían separado unos minutos atrás o porque habían llegado a San Joaquín solos esperando conseguir allí a un compañero. Unos metros más allá, junto a la parroquia, florecía la otra religión: música y zapateado. El día también estaba dispuesto para la presentación del libro Ecos de la Catedral del Huapango, obra que recoge las memorias de más de cuatro décadas de concurso. Con todo, la jornada solo era para prepararse: el fuego abrasaría por la noche.
Una vez que la oscuridad descendió desde la sierra acompañada de neblina, el auditorio municipal se encendió con el festejo a la Huasteca Veracruzana, región homenajeada en esta edición. Así como así llegó la hora: las parejas de mayor edad, jóvenes y adultos, habrían de subir en grupos a la tarima para zapatear un huapango que sería interpretado en vivo por uno de los tríos participantes y ser evaluados por los jueces. Desde las primeras horas de la noche hasta la madrugada, decenas de parejas desfilaron una tras otra sobre la tabla. Cuando hubieron pasado todas, faltaban poco más de un par de horas para que los semifinalistas fueran anunciados por escrito frente a la Casa de Cultura.
La noche de los campeones
El 11 de abril la neblina se asentó sobre las calles, no para sorpresa de los sanjoaquinenses que dicen que en su hogar se dejan sentir las cuatro estaciones en un solo día. Esta niebla, además, solo sirvió para avivar las llamas de los bailadores. Durante la primera parte del día compitieron los pequeños huapangueros y los niños de mayor edad. Entre tanto, todo se mezclaba en el aire: el aroma de la comida, las notas del violín y el sonido del zapateado. Las calles aledañas bullían con visitantes y rebosaban con puestos de comida, ropa, artesanías y por doquier se miraban parejas de bailadores ensayando sus mejores pasos.
La noche en San Joaquín se vio dominada por el violín y el zapateado, el aroma de la comida y las artesanías. la ciudad realmente bullía.
Como si nada, quizá porque el sol se compadeció de nuestras ansias y se ocultó antes de tiempo, llegó la noche de los campeones. Por última vez comenzó el desfile de parejas: los seis estilos de zapateado -veracruzano, queretano, tamaulipeco, poblano, hidalguense y potosino- dieron a sus respectivos ganadores, los cuales habrían de batirse en un último duelo. Hacia el amanecer, después de mucha paciencia, sudor y algunas lágrimas, nacieron por fin los nuevos campeones absolutos: Ana Lilia Méndez y Dunstano Priego Cevallos, representantes del estilo potosino.
El sol volvió a iluminar un cielo despejado la mañana del 12 de abril, casi como animándonos a continuar con nuestro viaje. El fuego del concurso de huapango volvió a ser resguardado a la espera del año siguiente. Su refugio inviolable está en los corazones de sus guardianes y, si tienes la voluntad, te podrás contar entre nuestro número y será tu deber luchar contra la sanguinaria bestia del olvido. Si quieres aceptar la responsabilidad, serás bienvenido, pero nunca volverás a ser el mismo, porque comprenderás que es en esos desvelos al calor de las llamas donde se transforma el espíritu. Es ahí donde se aprende que aquellas tres sílabas también significan: familia, amistad y corazón.
Huapango
La palabra huapango parece provenir de la voz nahua huapanco -combinación de los vocablos nahuas huapantli ‘tablón de madera’ y co ‘en’- que significa ‘en el tablón de madera’. El término se usa para designar a la música tradicional del trío huasteco, al estilo de baile que se ejecuta con dicha música, además de ser el nombre que designa a la fiesta donde se interpretan y bailan estas piezas.
Tocan los violines
Además del Concurso Nacional de Huapango, en San Joaquín se realiza desde hace 14 años el Concurso de Interpretación de Violín Huasteco para menores de 21 años. Este concurso es auspiciado en parte por la Escuela de Laudería del INBAL, localizada en la ciudad de Querétaro, la única institución mexicana de enseñanza profesional de construcción de instrumentos de cuerda.
De mi tierra
Xóchitl Martínez Álvarez, de Itzocal, Atlapexco, Hidalgo. Bailadora y bordadora, 25 años/ “Lo que mi familia conserva son sones que acostumbramos en Día de Muertos, el Mihcaihuitl, como lo conocemos en nahua. Es el carnaval. Son sones tradicionales, que actualmente ya no suenan mucho como antes. Ese tipo de sones existen en toda la Huasteca, pero se han perdido o modificado en algunos lugares. Nosotros hemos querido mantenerlo como nuestros ancestros nos lo dejaron. Los nahuas tratamos de mantener lo nuestro. Claro que el huapango proviene de España, pero lo hicimos de nosotros y queremos mantenerlo así como cuando llegó a nuestra casa”.
Cómo llegar
En autobús
Desde la terminal de Querétaro salen corridas hacia San Joaquín cada hora, entre las 6:00 y 18:00 hrs., por las líneas Flecha Azul y Flecha Amarilla ($95).
En auto
Desde San Juan del Río es necesario tomar la autopista núm. 120 a Tequisquiapan hasta después de Vizarrón de Montes donde hay que tomar la desviación hacia San Joaquín.
Desde Querétaro hay que salir por la autopista núm. 57 rumbo a México y tomar la 100 rumbo a Bernal. Después de Ajuchitán hay que desviarse hacia Ezequiel Montes y ahí tomar la autopista núm. 120 hacia Vizarrón de Montes después de donde se encuentra la desviación hacia San Joaquín.
Dónde dormir
Hotel Florida Inn
Francisco Zarco No. 5
Tel. 01441 293 5364
floridainnhotel.com.mx
Mesón Mina Real
Benito Juárez No. 19
Tel. 01441 293 5178
Hotel Mesón Doña Lupe
16 de septiembre s/n
Tel. 01441 293 5240
Cabañas Campo Alegre
Dentro del Parque Nacional de Campo Alegre
C. 442 162 2184
C. 441 103 3713
Dónde comer
Restaurant El Fogón
Niños Héroes, frente al DIF
Tel. 01441 293 5256
Restaurant El Burrito
Benito Juárez No. 2
Tel. 01441 293 5045
Restaurant El Torito
5 de mayo No. 3
Tel. 01441 293 5013
Escucha huapangos ¡y anímate a bailar como en San Joaquín!
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