El rebozo, accesorio potosino elegante y único
Esta pieza artística es hoy por hoy un bellísimo accesorio muy valorado por la comunidad mundial, misma que aprecia su delicada elaboración. Toda mujer mexicana debería tener al menos uno en su guardarropa y lucirlo como lo que es, una pieza única por estar elaborada a mano con los más finos materiales.
Desde tiempos prehispánicos el rebozo se constituyó como una pieza textil única, que trascendió su condición de accesorio, para transformarse en un símbolo de identidad nacional, en el que los artesanos mexicanos por largo tiempo, han logrado plasmar la creatividad y sentimiento del arte indígena y popular. Qué mejor indicativo de su trascendencia, que su destacada presencia en el uso que la mujer le da en momentos significativos de su vida, como son: arrullarla en su nacimiento, complementar su ajuar nupcial y, finalmente, ser parte de la indumentaria que ha de acompañarla en su tránsito al más allá.
Talleres familiares
Al igual que muchas de nuestras artesanías, el rebozo encuentra en los talleres familiares el sitio idóneo para su exigente elaboración, constituyéndose como una tradición y orgullo, heredar los secretos del oficio y conocimientos, de generación en generación.
Hoy por hoy, la producción artesanal del rebozo no pasa por uno de sus mejores momentos. Factores diversos como la inminente industrialización, la falta de difusión del producto, los altos costos de la materia prima, la preferencia por otro tipo de prendas y el desinterés de las nuevas generaciones por continuar en el oficio, colocan a este arte en un grave peligro de extinción.
Los otrora boyantes centros de producción como Santa María del Río, en San Luis Potosí; Tenancingo, en el Estado de México; La Piedad, Michoacán; Santa Ana Chautenpan, Tlaxcala; y Moroleón, Guanajuato, acusan considerables bajas en la compra de sus extraordinarios productos, aferrándose sus artesanos a continuar en el giro, más por amor a la tradición, que por el negocio.
La escuela de rebozo
En el centro productor Santa María del Río, en el estado de San Luis Potosí, la tradición artesanal documentada data del año 1764, y surge como respuesta a la necesidad de las mujeres mestizas de una prenda para cubrir sus cabezas al ingresar a los templos.
Se puede hablar de que a lo largo del tiempo fue y es una prenda que lo mismo se encontraba en el guardarropa de una acaudalada mujer, o en la más humilde vivienda variando solamente su utilidad práctica, ya que para unas era una pieza que permitía exhibir su solvencia económica, mientras que en otras era una prenda versátil que ayudaba en las labores cotidianas (abrigo, monedero, cuna, mortaja, etc.).
Una leyenda nos permite palpar el grado de penetración que el rebozo tiene con las mujeres de la región y concretamente con las de origen otomí, ya que se dice que ellas tenían la cándida costumbre de mojar la punta de un rebozo en el agua de la fuente cuando recordaban a su novio.
En este sitio opera desde el año de 1953 una escuela taller de rebocería, a cargo del destacado artesano Felipe Acevedo; ahí el visitante puede observar el proceso completo de fabricación de la prenda que dura de 30 a 60 días en promedio y consta de 15 pasos. Esta escuela taller ganó en 2002 el Premio Nacional de Artes y Tradiciones Populares.
Lamentablemente en esta entidad el panorama no es muy distinto de lo que ocurre en otros lugares de la República, a decir de las autoridades estatales, la otrora abundante industria rebocera que surtía sus prestigiados productos a diversos estados y el extranjero, atraviesa una severa crisis motivada por diversos factores como son la poca demanda, los elevados costos de producción y el florecimiento de otras actividades en la zona.
Multipremiados
No obstante, diversas instituciones realizan esfuerzos en la zona por preservar la actividad, así como para impulsar la producción de seda natural; Isabel Rivera y Julia Sánchez son dos destacadas artesanas de Santa María del Río, que han sido premiadas nacional e internacionalmente; ellas son de las últimas artesanas capaces de bordar letras en el rapacejo, en el telar de cintura. Dedican buena parte de su tiempo a la difusión y enseñanza del oficio, pero más como una labor social que de forma rentable.
Cabe destacar que el telar de cintura, instrumento usado por largo tiempo en la producción, ahora es historia; primero porque actualmente pocos conocen su manejo y segundo porque ya existen formas más económicas de producir el rebozo.
Además del taller de Santa María, existen otros centros en el país abocados a rescatar la tradición rebocera como el Museo del Rebozo en La Piedad, Michoacán; el Taller de Tejedoras de la Tercera Edad, montado por conaculta, en Acatlán, Veracruz; y el Taller de Rebocería de la Casa de la Cultura en Tenancingo, Estado de México, a cargo del artesano Salomón González.
Contribuir con este tipo de acciones y valorar el arte y la tradición que encierran estas piezas nos permite mantener vivas las costumbres de nuestros antepasados, pero también el hecho de retomar esta prenda para el uso cotidiano habla también de elegancia en el vestir y del interés por hacer trascender la cultura mexicana.
Los rebozos de San Luis Potosí son verdaderamente una joya, sus colores, diseños y materiales no tienen igual en el mundo, por lo que han ganado numerosos premios a nivel internacional.
Hermosos resultados
El proceso de elaboración es muy interesante y laborioso. El primer paso consiste en hervir o atolar el hilo, dependiendo del proceso a utilizar y el rebozo a elaborar; si es de ‘aroma’ se tendrá que hervir el hilo en una mezcla de agua con distintas hierbas entre las que se encuentra el mije, el romero y el zempatzuchitl, además de otros elementos que se guardan celosamente como secreto de familia; o bien ‘atolar’ en almidón, si es un proceso normal.
Acto seguido se tendrá que pepenar y asolear el hilo, para después ‘amarrar en bola’, o lo que nosotros conocemos como hacer madejas, en este momento expertos tiñen el hilo con distintas fórmulas que habrán de dar las diversas tonalidades características del modelo de rebozo.
El siguiente paso es uno de los más importantes: el urdido, que consiste en colocar el hilo en el telar, para trazar y diseñar los entramados que llevará el cuerpo del rebozo. Esto incluye además del trazo, proteger las partes que no se desea teñir (no confundir con el teñido base previo).
Pero sin duda el punto más importante, dado que determina en buena medida la calidad de la pieza, es la elaboración del rapacejo o lo que podríamos denominar el fleco del rebozo, que es la parte que lleva el trabajo más complejo y su duración puede prolongarse hasta 30 días. Este puede ser con nudos o deshilado, y puede lucir grecas, letras o figuras; hoy día podemos encontrar los estilos de jarana, rejilla o petatillo.
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