José Reyes Meza o el arte de cocinar
José Reyes Meza nació en Tampico, Tamaulipas, en 1924, hace ya ochenta años, aunque a decir verdad el tiempo se ha detenido en él.
Dotado de una enorme inquietud intelectual y de una gran capacidad para disfrutar la vida, su apariencia es la de un hombre mucho más joven, y eso se manifiesta en todos sus actos.
Hombre simpático y de trato desenvuelto, su conversación está salpicada de bromas y de frases ingeniosas alrededor de los temas que forman parte de su universo personal: los toros, la cocina y la pintura (que es otra forma de cocinar).
Su naturaleza curiosa y reflexiva lo ha llevado a incursionar en diversos campos de las artes plásticas: la teoría del dibujo, la pintura mural y la de caballete, la ilustración de libros y la escenografía teatral, destacando en todos ellos.
Como tantos otros estudiantes de provincia, se ve obligado a emigrar a la ciudad de México para continuar sus estudios, y a los 18 años ingresa al Instituto Nacional de Antropología e Historia, en donde descubre la pintura y el teatro. En compañía de otros estudiantes funda el Teatro Estudiantil Autónomo y empieza a desarrollar una intensa actividad escenográfica. A los 24 años se inscribe en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde recibe instrucción académica de Francisco Goytia, Francisco de la Torre y Luis Sahagún.
Reyes Meza trabaja sin descanso y viaja a lo largo y ancho de nuestro país, ya sea en su labor de escenógrafo o como muralista, realizando encargos de gobiernos estatales y de clientes particulares. Como escenógrafo en el Instituto Nacional de Bellas Artes, la UNAM, el Seguro Social, el Teatro Clásico y el Teatro Español de México, revistas musicales y cabaret, su actividad abarca más de veinticinco años.
Reyes Meza ha realizado murales en Los Ángeles, en la Universidad de Tamaulipas, en el Museo Nacional de Historia, en el Registro Público de la Propiedad, en la Presa Raudales de Malpaso en Chiapas, en el Casino de la Selva en Cuernavaca y muchos más en iglesias de toda la República. Ha sido miembro fundador de diversas sociedades de artes plásticas y ha recibido premios y reconocimientos de universidades e instituciones oficiales. Actualmente su obra forma parte de varias colecciones privadas, así como de museos de México y los Estados Unidos.
José Reyes Meza ha hecho de “México y lo mexicano” su preocupación más importante, y esto se ha reflejado en su quehacer profesional. Su composición y sus pinceladas han recibido los elogios de la crítica especializada en arte y son notables sus series de toros y bodegones (naturalezas vivas, como él suele decir), en donde incorpora el color, la luz, los sabores y los elementos típicos de nuestra tierra. Pero dejemos que el maestro nos platique algo de su vida:
MIS TRES VOCACIONES COMO UNA SOLA: LA PINTURA
Tres vocaciones nacieron conmigo: pintor, torero y cocinero; la pintura predominó como destino de vida. Los toros fueron mi deporte de infancia y juventud, sin más pretensiones que satisfacer mi impulso vocacional secundario. De 1942 a 1957 peregriné por toda la República Mexicana buscando la ocasión de participar en tientas, capeas y corridas de pueblo; en esos encuentros hallé lo más profundo de esa esencia misteriosa táurica, que participando en un sincretismo místico-religioso-indígena contribuía a la euforia de las festividades tan características de los pueblos de México: ruedos improvisados y placitas adornadas de guirnaldas de papel de china, donde se respiraba el olor a establo y a pulque. La banda del pueblo con algunos lánguidos y otros sorprendentes desafinos, anunciaba pasodobles y amenizaba las corridas, ¡cómo lo añoro!
Corría el año de 1935 y conseguí mi primer trabajo en Tampico a los once años: mozo de cocina en el restaurante de la compañía petrolera inglesa El Águila, ahora PEMEX. Fui feliz como aprendiz de cocinero, pues obedecía a mi tercer impulso vocacional. Ahí descubrí el principio del todo, el goce de vivir a través de ese trascendente acto de magia que es la cocina; ella conlleva algo o mucho de místico, está unida a un acto vital del hombre que desde el principio está con el Verbo, pues en el verbo están las palabras y en las palabras la receta, y en la receta la acción de crear –cocina de por medio y por lo tanto fuego–, materializando, por así decirlo, los sabores, los perfumes, los colores y las texturas de las sustancias que Dios crea y viven en la tierra, en el agua y en el aire. Experiencia que puso en mí las bases para la realización de bodegones, naturalezas no muertas, sino vivas, en una perenne quietud en donde la belleza de la vida manifestada perdura para siempre. Vida manifestada que en un acto de cocina se transmuta para alimentar al cuerpo, y en un acto de cocina pictórica se transmuta para alimentar el espíritu.
Mis tres vocaciones concentradas en una: la pintura; pues el tema de toros ha sido recurrente en mi obra pictórica y la cocina me dio y me sigue dando el goce de hacerla y de gozarla. Mi obra muralística y escenográfica se cocinan aparte.
Fuente: Tips de Aeroméxico No. 30 Tamaulipas / primavera 2004