Mariposas blancas, ánimas que esperan
Cuando el aire se lleva las nubes que durante meses han cubierto la Sierra de Zongolica, el Pico de Orizaba es momento de preparar las ofrendas para los muertos.
Cuando el aire se lleva las nubes que durante meses han cubierto la Sierra de Zongolica, el Pico de Orizaba se deja ver majestuoso mientras el ambiente se hace más claro y más frío; entonces cientos de mariposas blancas vuelan sobre los verdes campos de la Sierra, en la zona central del estado de Veracruz, y los nahuas saben que es el momento de empezar a preparar las ofrendas a sus muertos. Octubre llega, el maíz está a punto de ser cosechado y las flores, nardo y azucenas, se entremezclan con las milpas; entonces la ánimas, en forma de mariposas, anuncian su llegada, portando un mensaje que año con año se repite, y manteniendo así una tradición milenaria.
LA MUERTE Y LOS MUERTOS
Alrededor de la muerte se entretejen multitud de creencias y tradiciones. El lugar de descanso definitivo de las almas tiene que ver, como en la época prehispánica, con la forma en que se murió; si el muerto fue cazador o falleció ahogado se va al Tlalogan, el señor del Tlalogan los manda llamar para convertirlos en tetlatsinikeh, o sea para formar parte de los seres habitantes del agua; también van al Tlalogan los que se desbarrancan o a los que les cae una piedra. La lluvia también está asociada a esta tradición; se dice que cuando llueve y alguien se ahoga hace sol durante cuatro días, y al cuarto día llueve otra vez y entonces los relámpagos vienen a sacar al ahogado para convertirlo en rayo; los relámpagos también se llevan a los niños que murieron sin bautizar . En cuanto al destino de las almas de los que mueren por enfermedad, generalmente se cree en el cielo, el purgatorio y el infierno.
Las malas influencias ocasionadas por haber estado en contacto con un difunto deben anularse de diversas maneras: cuando el cadáver ha salido de la casa se coloca en el techo un hilo blanco, y en la puerta se entierra una estaca; en toda la región cuando muere una persona se amarra un hilo negro alrededor de la habitación; también existen restricciones especialmente importantes para los parientes; por ejemplo, ningún familiar debe cargar el ataúd o cadáver la fosa. Cada municipio de la Sierra presenta variantes en cuanto a la forma de enterrar y conmemorar a sus muertos. En Astacinga al morir un individuo se le busca un padrino diferente al de bautizo; este “padrino de muerte” baña y viste al cadáver con ropa nueva a los hombres se les pone camisa, calzón de manta, un pañuelo en el cuello y un rosario de cuentas.
A las mujeres se les viste con una túnica negra encima de una blanca, con soguillas y aretes; el pelo se adorna con listones de colores, se cree que si no llevan todos estos adornos en la eternidad, la Virgen les pondrá sapos en las orejas y víboras coloradas en el pelo. Para el velorio, tanto de hombres como de mujeres, los asistentes llevan canastas con flores, cuatro o cinco velas, café y panela, y si es posible una gallina. Por lo general todo el pueblo esta presente y come en la casa del difunto. Para velarlo se coloca una cera en la cabecera y una cruz que se a traído de la iglesia; solamente se les reza y canta si el difunto o la difunta estaban casados. Al día siguiente, al caer las primeras sombras de la noche, se saca el cadáver con la cabeza hacia delante. En la sepultura se coloca una cruz de madera en el fondo, encima de ella va la caja, de tamaño muy reducido, como ciñendo el cuerpo del difunto; la tumba se cubre con tierra y con flores, y sobre ella se coloca una pequeña cruz de palma. A los difuntos adultos se les canta con voces muy bajas desde la casa hasta el panteón; a los niños se les acompaña con un tambor que suena rítmicamente durante todo el trayecto. El agua con la que se bañó el cuerpo se coloca en el lugar donde se velo y ahí también se pone un bulto con la ropa que se le quitó y el petate donde reposo; estos objetos permanecen en ese lugar 40 días, y durante ese lapso, cuando una persona visita la casa primero debe pasar por donde está el bulto y hacer una reverencia, rezar y sahumar. A los 40 días se saca la jícara con agua, el bulto y las flores que quedaron y se entierran, y con ello se considera que el muerto se ha ido definitivamente de la casa.
En el panteón, las mujeres se entierran del lado izquierdo y los hombres del derecho.
En la parte trasera del panteón se entierra a los niños que murieron sin bautizo y todas las cruces miran hacia el oriente. Existen lugares de privilegio para enterrar a algunas personas; por ejemplo, si éstas eran autoridades civiles o religiosas se les entierra en el atrio de la iglesia. En Astacinga los difuntos buenos van a la gloria (ilhuícatl) y los malos al infierno (mictlan); sin embargo, en Xonamanca tienen la creencia que los indígenas siempre van al cielo, y colocan en la caja mortuoria pan, un carricito tapado conteniendo agua y dinero por si le hace falta en el camino. En Cuahuixtlahuac, al momento de sacar el cadáver, si éste era hombre, se sacan también todas sus pertenencias, como si fuera a trabajar; esto se hace por que se tiene la convicción de que aun después de muertos se sigue cumpliendo con las obligaciones cotidianas.
Al difunto se le vela en la casa y durante el velorio solamente se dan de comer frijoles; no se come carne porque ello sería “ comer carne del difunto”; cada visitante debe llevar una botella de aguardiente, maíz, fríjol, velas y flores. En Rafael Delgado se busca un padrino de “levantada de cruz”, aquí también se acostumbraba a bañar al muerto; el padrino solamente lo viste y le coloca unos huaraches de penca de maguey; sobre el cuerpo se ponen muchos otros objetos que le sirven al difunto para alimentarse y defenderse en el camino al otro mundo. Una vez colocadas las ofrendas se tapa el cuerpo y se efectúa el velorio. Al regresar del entierro se les da de comer a los dolientes: mole, si la familia tiene posibilidades económicas, o sólo tortillas y fríjoles si no las tienen. En el lugar donde falleció la persona se pone una cruz adornada con flores; el padrino “levanta la cruz” a los ocho días, al mes y al año de la muerte, y con esta ceremonia termina su compromiso.
La costumbre antigua consiste en levantar la cruz a los 40 días, pero en Xochiohca lo hacen a los nueve, y para esto se busca una madrina o un padrino que lleva una cruz bendecida a la casa del difunto y la coloca en el sitio donde murió; a media noche la recuestan en la pared para llevarla al panteón al día siguiente. Cuando se levanta la cruz de difuntos no se acostumbra a hacer fiesta, a menos de que hayan sido niños. En la parte mas alta y fría de la Sierra se encuentra Tequila; en esta comunidad, cuando muere una persona se coloca dentro de la caja un tenatito con dos jícaras, en una de ellas se ponen siete memelita de maíz y en la otra siete granos de cacao, todo esto se adorna con papel picado y se detienen con un cordelito; estos artículos son el alimento del difunto en su viaje al otro mundo.
LOS DÍAS DE MUERTOS
Rafael Delgado es un pueblo nahua que se encuentra muy cerca de la ciudad de Orizaba. Para recibir a las ánimas primero hay que sembrar nardos, azucenas y gladiolas que deberán estar floreciendo para esos días. Conforme avanza el mes de octubre se intensifican las actividades. La noche del 31 de octubre se sitúa la ofrenda de los niños, consistente en flores, canastitas, tenatitos con ceras, pan, chocolate y juguetes. Los alimentos no son muy abundantes, sólo se ponen plátanos en grandes cantidades de pan elaborado especialmente para esta ocasión. Las mujeres hacen tamales de fríjol y masa ( pues en estos días es preferible no hacerlos de carne) y preparan el chile para los dos tipos acostumbrados de mole, uno más “espesito” y el otro más “aguadito”.
La Sierra ha sido una región productora de cacao desde la época prehispánica y por eso en las ofrendas el chocolate siempre esta presente, ya sea en tazones de loza o en grandes jarras, porque es una de las bebidas preferidas por las ánimas. Las festividades son el momento de consolidar la relaciones familiares y de honrar a los parientes desaparecidos, son un periodo de intensa actividad; los hombres son los encargados de deshierbar el panteón y limpiarlo, y de matar y desplumar los guajolotes que las mujeres cocinarán en grandes ollas. Hasta hace unos años los tamales y el mole se colocaban en el altar, pero uno de los sacerdotes de la parroquia los convenció de que eso “estaba mal” y desde entonces ponen la carne cocida y los tamales en tenates o canastas colgadas enfrente del altar. Para los niños es una época feliz: mientras deshojan las flores de cempasúchil ríen y se cuentan historias; estos pétalos servirán para hacer cruces y caminitos al frente de sus casas, y así las ánimas sabrán que la ofrenda ya esta lista.
La ofrenda para los adultos debe estar colocada el 1°, de noviembre y durante esa noche se sahúma constantemente, entonces un intenso aroma a copal se esparce por toda la población y las familias rezan, recordando a sus muertos durante toda la noche. El día 2, al filo del mediodía, el panteón se convierte en un jardín, las tumbas se adorna con flores blancas y amarillas, cruces y velas; es este un momento de oración y de reflexión. Al regreso del cementerio se reparte la ofrenda entre compadres o ahijados: es frecuente ver a las familias nahuas cargando las canastas repletas de tamales, pan y mole adornadas con vistosas servilletas bordadas, caminando por las calles para visitarse y compartir la ofrenda. Aun cuando muchas tradiciones se han perdido, entre los nahuas de la Sierra de Zongolica todavía existe la creencia de que cuando no se pone el altar se sueña con los muertos; ahí se considera una obligación moral recordar a sus muertos siquiera una vez al año… cuando aparecen las mariposas blancas.
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