Ruta del Totonacapan, una manera inolvidable de vivir Veracruz
Entre voladores y espacios verdes, la Ruta del Totonacapan nos muestra los rasgos vivos de una cultura que ha pasado la prueba de los siglos.
Descubre la Ruta del Totonacapan, una forma para vivir los encantos del estado de Veracruz. Esta parte de Papantla, atraviesa Zozocolco y culmina cerca de Poza Rica. ¿La conocías?
Ruta del Totonacapan
La conservación de la cultura y la naturaleza es uno de los atractivos del Totonacapan, y se disfruta mediante la práctica del ecoturismo, una modalidad que se ha adaptado con buena fortuna a la localidad.
El Parque Xanath es un claro ejemplo de ello. Ubicado a orillas de la ciudad de Papantla, le ofrece al visitante una experiencia sensorial entre la flora y la fauna nativas, además de un acercamiento al estilo de vida totonaco, su arquitectura y sus actividades productivas.
Los usos, prácticas y rituales de los totonacas (toto, “tres” y naco, “corazón”) están estrechamente relacionados con la tierra y el cielo. Esto puede apreciarse en los hombres voladores quienes lo hacen para agradecer al sol por el don magnífico de la vainilla.
Papantla
Papantla es la actual capital de la cultura totonaca, y, al llegar a ella, el visitante pregunta por los “voladores” y los lugareños suelen apuntar con el dedo hacia arriba, hacia la parte más alta de la ciudad, justo por encima de la iglesia. Lo que ahí se observa es la enorme y vertical estatua del Volador músico-danzante mirando al cielo. Y ya uno sabe que volar es algo cotidiano, imposible de perder de vista.
La ciudad está coronada por tejas y empedrada en los caminos, con su parque central lleno de gente que va y viene en un desfile en el que las huellas del mestizaje aún son visibles. Estas mismas calles solían ser la superficie sobre la cual, una vez cosechada, la vainilla se tendía para secarse al sol. Es fácil imaginarlas llenas de esta generosa vaina perfumando y estimulando el aire durante días enteros.
Con comercios de antaño y actuales, Papantla no olvida su vainilla, que le ha dado fama internacional y puede ser encontrada y comprada en diversas formas y presentaciones.
En la vasta pero fácilmente transitable región del Totonacapan hay bellezas naturales, así como pueblos que retan al tiempo. es un caso representativo. Construido con lajas de cantera de piso a techo, con trozos, ya más grandes, ya más pequeños, que se ensamblan rítmicamente de arriba a abajo por las calles y muros zigzagueantes de laderas aplanadas, este pueblo de grave arquitectura del siglo XVII y un suave y a veces lánguido ritmo de la vida, contrasta con el verde abrumador que lo rodea y casi parece amenazarlo.
Zozocolco
Zozocolco ostenta las cascadas y caídas de agua más impactantes de la región. Estas están enmarcadas por largos y frondosos árboles y guiadas por lajas de piedra de cortes simétricos y regulares. Aquí todo es inmenso: los juegos luminosos, las texturas y sombras, el aire fresco de agua. En fin, es difícil mantenerse en la orilla sosteniendo una cámara mientras uno se resiste a zambullirse.
Tanto hay por descubrir, probar y compartir en el Totonacapan, que de alguna manera ya estamos esperando toparnos con lo desconocido. La cultura totonaca, sus espacios y lugares son más que los iconos que bien la representan, pero que no la agotan ni concluyen. El Totonacapan es vida y obra de quienes todavía lo habitan y visitan.
Parque Takilhsukut
Entre las ciudades de Papantla y Poza Rica se encuentra el Parque Takilhsukut. Este es un escenario natural y vivo para la cultura totonaca y sus diversas prácticas y manufacturas. No se trata de una recreación histórica ni de una ficción cultural: es un escenario real donde se muestran toda una cultura y sus productos.
También hay talleres, espacios para la danza, conciertos, vegetación, recorrido, etcétera. Todo eso forma parte de la oferta. Sin embargo, llama la atención la escuela de niños voladores de entre nueve y 12 años de edad que, en un palo de 15 metros de altura, se entrenan en esta práctica religiosa de alta exigencia física y aplomo emocional.
Mientras, la Cumbre Tajín, Festival de la Identidad, vincula al parque con la zona arqueológica, no sólo por su cercanía sino por los escenarios culturales donde la diversidad y la diferencia son motivos de acercamiento y convivencia, de interacción y conocimiento entre las culturas de América. El Tajín y el Parque Takilhsukut son escenarios que equilibran al espectador al convertirlo en actor junto a los hacedores y conservadores de un entorno que vive en cada soplo de aire y en cada vuelo al cielo.
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