¿Ya se perdió de nuevo el tesoro de Moctezuma?
El miércoles 25 de marzo de 1981 se enunció el descubrimiento de una parte del tesoro de Moctezuma. Aquí te contamos sobre la historia e implicaciones de ese hallazgo.
El objeto de esa reunión fue anunciar pública y oficialmente el descubrimiento de una parte del tesoro de Moctezuma, y el presidente lo expresó así:
“Es el primer descubrimiento del tesoro de Moctezuma. Es un tejo de oro que apareció al excavar los cimientos del Banco de México, con las características a las que después se referirá don Gastón García Cantú, y que es un testimonio histórico de primera magnitud”.
Entre los arqueólogos participantes en la reunión existía la impresión de que la oportunidad sería aprovechada para mencionar el enorme tesoro consistente en barras de oro y joyas de un valor incalculable que fuera recogido del fondo marino, de manera enteramente fortuita, en agosto de 1976. Habían transcurrido ya cuatro años y tres meses, mas persistía el silencio en tomo al paradero del tesoro, que en opinión del doctor Roberto Williams García, antropólogo e historiador, sería el de Axayácatl y parte del gran botín mencionado por todos los historiadores de la conquista: el tesoro de Moctezuma. Sin embargo, el tema no fue tocado.
NADIE SABE; NADIE SUPO
Todo este tiempo se ha guardado silencio sobre el tesoro mencionado que, sea o no el de Moctezuma, es el más importante que jamás se ha descubierto en México. Importante no por los 16 kilos de oro inventariados, sino por su condición de testimonio histórico, por su calidad de tesoro artístico y por su valor cultural. Nunca antes -incluyendo las joyas de Monte Albán y otros magníficos tesoros- se había descubierto un conjunto de piezas prehispánicas de tanta trascendencia histórica y cultural.
Por ello es imperativo que esta parte del patrimonio nacional salga de la oscuridad de su escondite y se dé a conocer al público. Ya se ha perdido una parte: aquélla que el pescador que encontró el tesoro -ignorante de lo que hacía y el joyero a quien vendió varias piezas -ignorante también- arruinaron al fundir el metal y aprovecharlo “…en la fabricación de anillos de graduación”.
Actualmente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia no tiene una explicación formal y oficial sobre el paradero de las joyas. Tampoco puede decirlo el Museo de Historia de Veracruz, y en el mismo caso está el Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana, cuyo distinguido director, el arqueólogo Alfonso Medellín Zenil, participara en el peritaje respectivo. En una palabra: ninguna persona con autoridad sabe en dónde está el tesoro. Y ello nos obliga a preguntar con sobresalto y pesar: ¿ya se perdió de nuevo?
Seis años de ignorar uno de los hallazgos históricos más valiosos de México es tiempo suficiente como para inducir a la suspicacia: es decir; para dejar de pensar en dónde estará y empezar a elucubrar: ¿quién lo tendrá?
LOS ANTECEDENTES
En la parte inicial del peritaje sobre el tesoro, en el que participaron, como peritos en arqueología designados por el Ministerio Público. Federal, la arqueóloga Bertha Cuevas Mezam, el arqueólogo Alfonso Medellín Zenil y el profesor de historia Humberto Besoberto, se asienta que “las piezas que se recuperaron a través del Ministerio Público Federal fueron en un principio dos barras de oro, quince piezas de orfebrería en oro, dos cuentas de barro y veintitrés barras de oro de fundición reciente, con diferentes pesos y medidas. Sin embargo, después de repetidos careos entre los inculpados, que habían declarado haber entregado la totalidad de las piezas, confesaron tener aún en su posesión veintitrés piezas más de orfebrería en oro, las que también fueron recuperadas”.
Continúa la descripción del peritaje:
“Del primer lote, que consta de cuarenta y dos piezas, sólo de diecinueve de ellas se pudo precisar el origen prehispánico y postconquista (sic); de las veintitrés restantes se determinó que, no correspondían a un valor arqueológico por ser de fundición reciente. Sin embargo, por confesión del comprador de los bienes muebles arqueológicos, estas últimas piezas contienen metal aurífero de una de las barras que compró. “Para la verificación de la autenticidad de las piezas, se llevó a cabo un examen exhaustivo de cada una de ellas, etiquetándolas y dándoles una numeración progresiva…” Sigue una relación descriptiva de cada una de las piezas, ocupando la lista ocho páginas.
DESCRIPCIÓN DE LAS PIEZAS
Las descripciones fueron hechas en estos términos:
“1.- Barra o lingote. Material: oro. Origen: postconquista. Dimensiones: long. Máx. 332 mm anch. medía 25 mm. Peso: 1.142 k. Descripción: En la cara convexa superior, aparecen tres marcas o impresiones de dos equis en relieve con un pequeño cuadrado impreso en uno de sus extremos; en la cara plana inferior se observaron cuatro sellos en forma de una letra C encabezada por una corona de tres puntas y dos rombos o círculos en el cuerpo de la corona. Estos sellos aparecen distribuidos a todo lo largo del lingote. La superficie es irregular”.
Otra descripción:
“Pectoral en forma de escudo ochimalliatravesado por cinco flechas paralelas; ocho cascabeles cuelgan del escudo. En su parte superior están dos banderas; la del lado derecho tiene el sello de C corona, la del lado izquierdo conserva muy ligeramente la misma marca. El escudo presenta en su interior, en el lado superior, cinco arcos concéntricos en relieve y en su lado inferior se observan tres medias lunas. La circunferencia del escudo está orlada por puntos y anillos. En su parte posterior tiene dos argollas para la sujetación (sic) del pectoral. Material: oro. Origen: prehispánico. Diámetro 50 mm, long. máx. 100 mm, ancho máx. 85 mm. Peso: 68 gramos”.
Descripción de un brazalete:
“Material: oro. Origen: prehispánico. Dimensiones: Circunferencia 195 mm, anchura 17 mm, espesor 1 mm. Peso: 75.1 g. Descripción: los bordes del brazalete están circundados por torzales; la superficie externa está totalmente ornamentada por una retícula de puntos en relieve que representan monos de pie y vistos de perfil, alternados simétricamente con cuatro conos orlados por pétalos de filigrana. La superficie interna muestra los huecos de los conos.”, El brazalete presenta deformación y huellas de desgaste posteriores a su descubrimiento”.
PROPIEDAD DE LA NACIÓN
Y así prosigue el recuento y la descripción de 42 piezas, hasta llegar a la siguiente conclusión:
“Por todo lo anterior se concluye que las piezas marcadas con el número 1 y 2 del lote i son de manufactura postconquista y que las piezas marcadas con los Nos. del 3 al 19 del lote i y las 23 piezas del No. ii son de procedencia prehispánica, sólo que éstas corresponden al quinto real a la corona española que se pagaba como tributo del pueblo mexicano durante la época colonial. Por lo tanto, las piezas de origen prehispánico son consideradas como monumentos arqueológicos muebles, propiedad de la Nación, inalienables e imprescriptibles.
LA INVESTIGACIÓN
“Para la realización de esta investigación fueron comisionados por parte de la Procuraduría General de la Nación, el grupo de buzos del Escuadrón de Servicios Urbanos y Rescate Aéreo, comandados por el capitán Luis Hurtado Matute y el capitán Edilberto López y Pineda, ambos con gran experiencia en actividades subacuáticas.
“Posteriormente se presentaron los componentes del grupo de buceo del Instituto Veracruzano de Antropología, comisionados por el Prof. Alfonso Medellín Zenil, Director del mencionado Instituto.
“La zona del hallazgo está ubicada a ochocientos metros aproximadamente al sur de la bocana del Arroyo de Enmedio, a unos ocho kilómetros de la ciudad de Veracruz, y alrededor de los ciento ochenta metros a partir de la orilla de la playa hacia mar adentro con la marea baja”.
El 6 de octubre de 1976 se inició, por medio de una junta de coordinación entre las autoridades federales y el Instituto Veracruzano de Antropología, un programa de rastreo y sondeo físico y magnetométrico, demorado y aplazado por vientos del norte y marejadas hasta el día 10, cuando disminuyó el viento.
Con pésima visibilidad bajo el agua (50 centímetros como máximo), el 11 de octubre se hizo una exploración de 1 hora y 45 minutos, otra de 45 minutos el día 12 y otra más, de 48 minutos, el día 13. Las observaciones correspondientes fueron, en síntesis, las siguientes:
“Fondo coralífero y de arena fina. Fauna marina tropical, abundancia de erizos, presencia de tiburón que ocasionó un fuerte golpe a uno de los buzos, sin serias consecuencias. Se localizaron algunos tiestos coloniales y prehispánicos y algunas piedras de lastre dispersas”.
Curiosamente, este informe, que damos por oficial, no menciona el hallazgo de partes del avión caído en ese mismo lugar y en el que viajaba “el líder del Sindicato de Trabajadores del Mar”, según la versión de Carlos Isla en su libroEl Tesoro de Moctezuma, en el cual señala que el domingo 10 de octubre los investigadores “lograron sacar a la superficie un asiento completo del avión del líder, una billetera y el fémur de alguno de los tripulantes”.
LA TEORÍA DE ROBERTO WILLIAMS
El doctor Roberto Williams, veracruzano de origen y una reconocida autoridad en antropología, dice en su libroYo nací con la luna de plata, lo siguiente:
“Cuando Cortés llegó a México-Tenochtitlan tuvo la suerte de que Moctezuma lo hospedara en el palacio de Axayácatl, depósito de los tesoros reales. Cuando los españoles abandonaron el palacio cargaron con tesoros que mermaron en los canales. Noche triste para los aventureros. Después, apenas vencida México Tenochtitlan, se soltaron las indignas indagaciones sobre el paradero del llamado tesoro de Moctezuma. En Coyoacán, los pies de Cuauhtémoc y Tetlepanquétzal fueron untados con aceite y encendidos. Que los pies dijeran lo que muchas manos compartían: el paradero del tesoro. Muchas joyas deben haber salido por San Juan de Ulúa. Un naufragio ocurrió alrededor de 1528. De este naufragio provienen las llamadas joyas de Río Medio. Es nuestra teoría”.
EL NAUFRAGIO
Williams continúa diciendo:
“Figueroa fue un capitán de Castilla, recomendado del tesorero Alonso de Estrada, entonces autoridad-máxima en la Nueva España. El capitán Figueroa fue enviado a someter a los mijes… optó por dedicarse al saqueo de las tumbas zapotecas,y dióse tal maña que sacó sobre cinco mil pesos de oro y con otras joyas que hubo de dos pueblos acordó de dejar la conquista. El capitán fue a México, de donde pasó a embarcarse ala Vera Cruz floreciente a orillas del río. Su nave se enfrentó a recio temporal y el naufragio sobrevino entre la Antigua y el islote de Ulúa. Murió ahogado, con quince pasajeros. Transcurridos más de cuatro siglos, en el trayecto del naufragio mencionado un pulpero humilde estuvo sacando joyas. Se supo de ellas a fines de septiembre de 1976”.
EL TESORO
“El tesoro de Río Medio consta dé 65 piezas. Ellas son 25 barras, un pectoral, 12 brazaletes, 17 pendientes, 6 cuentas esféricas, 2 cuentas de barro y 2 láminas circulares. Descartando 23 barras y las cuentas de barro se obtienen 40 piezas de oro, preciosas.
“Los buzos exploraron los bajos donde estuvo señalada la procedencia de las joyas. Encontraron como pecio piedras de lastre de tamaños diversos, cubiertas con pólipos. Además un argollón, dos clavos de bronce y tiestos.
“Aparte del valor metálico de las joyas, destaca su valor histórico y las condiciones del hallazgo. Es un tesoro descubierto en el fondo del mar. Esto le da relevancia”.
EL ORIGEN DE LAS JOYAS
“En cuanto al origen de las joyas de Río Medio, caben varias posibilidades: ¿Llegaron como tributo de la Mixteca a Tenochtitlan? ¿Son joyas de la Mixteca, producto del saqueo del capitán Figueroa? ¿Son joyas de ambas procedencias, tanto del saqueo como del palacio dé Axayácatl? ¿O joyas hechas por manos mixtecas dentro de la sociedad tenochca? Opino que algunas pudieron proceder del tesoro de Axayácatl.
“En cuanto al estilo, las filigranas y cuentas en forma de carapachos de Río Medio tienen semejanza con especimenes mixtecos de Monte Albán. Resultan más distintivos los pendientes de caballeros águila que reflejan el carácter militar de la sociedad tenochca, así como las ajorcas con monos grabados, adornos propios de danzantes guerreros. El capitán Figueroa, aparte de las joyas saqueadas en Oaxaca pudo haber adquirido en la ciudad de México joyas desperdigadas del tesoro de Axayácatl. En última instancia, todas las joyas de Río Medio serían del tesoro azteca, si se analizan los siguientes detalles”.
“SE LO LLEVARON TODO”
“Las joyas, como tributos, se guardaban en el palacio de Axayácatl. Todo cuanto a nuestro palacio llegaba, nosotros lo encerrábamos bajo pared. ¿No es acaso que todo se lo llevaron nuestros señores?”
“Los españoles aceptaron haber sacado todo el tesoro del palacio. En una mesa lo sellaron y luego, en el canal, los mexicanos les arrebataron las joyas selladas. Eso dijeron. Episodio de la noche triste.
“Las joyas de Río Medio tienen marcas de dos tipos. La letra C impresa en el pectoral se antoja inicial de Carlos o Corona, mientras que las XX en barras y brazaletes podrían representar el quinto o sea la vigésima parte de cien. Las barras de oro se manufacturaban en la antigüedad prehispánica. La existencia de barras la consignó Juan Díaz en 1518 cuando los españoles rescataban en la costa de oro, comprendida entre Punta dé Mocambo y el río de las Banderas”.
PERO… ¿DÓNDE ESTÁ TODO?
Williams asienta que “El Ministerio Público Federal consignó los hechos. al juez, de distrito, quien dictó auto de formal prisión a los acusados. Y durante el procedimiento jurídico, el Museo de la ciudad de Veracruz fue nombrado depositario de los objetos de oro”. Las indagaciones que hicimos en el museo citado tuvieron resultados negativos; ahí se nos dijo que “hace mucho que fueron depositadas en el Banco de México para su custodia”. Por su parte, el Banco de México, tanto en su oficina central como en la de Veracruz, afirma que “no tiene nada de eso en su poder”. Iguales resultados arrojaron las consultas hechas al Instituto Nacional de Antropología e Historia, y al Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana. Nadie sabe nada al respecto.
A la unanimidad de la “ignorancia”, se agrega una desagradable circunstancia: los personeros entrevistados en cada una de las instituciones mencionadas aparentaron sorpresa y desconcierto al ser interrogados, inquiriendo a su vez “¿De qué tesoro habla usted?”. Hablamos del tesoro más importante jamás descubierto en la historia de México, del que se ocuparon extensamente la prensa, la radio y la televisión en 1976, y sobre el cual trascendieron noticias leídas con interés en Europa y Estados Unidos. No hablamos de un simple tejo de oro, sino de un caudal inapreciable en un sentido histórico, artístico y cultural.
¿No es hora ya, después de seis años de silencio, que México vea el tesoro, que lo conozca, lo admire, lo recuerde y lo incorpore a su cultura y ‘a su propia valoración?
Alguien debe tener la autoridad moral y material suficiente para ordenar que el tesoro aparezca y que sea exhibido. Esto es algo que se debió haber hecho desde hace seis años y sólo es cuestión de hacer cumplir la ley que estipula que toda propiedad de la Nación es inalienable e imprescriptible”.
Fuente: México desconocido No. 68 / julio 1982