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Las calaveras de amaranto, un recuerdo de los dioses prehispánicos

calaveras de amaranto
© FERNANDO CAMACHO

Los ingredientes de las calaveras de amaranto rememoran las figuras prehispánicas que se hacían con los mismos ingredientes para la fiesta de Huitzilopochtli.

Se acerca el Día de Muertos y con ello es importante contemplar qué elementos necesitaremos para realizar nuestra ofrenda para los difuntos de forma creativa pero también tradicional. Una de las piezas que no puede faltar son las calaveras, que actualmente se realizan con azúcar y chocolate principalmente. Sin embargo, existen algunas de estas piezas que están hechas de una forma más tradicional y que rememora la antigua gastronomía prehispánica: las calaveras de amaranto.

Hay varios elementos sincréticos en las calaveras de Día de Muertos, desde las figuras representadas por los pueblos prehispánicos, hasta la incorporación de la noción católica de la muerte. Sin embargo, en las calaveras de amaranto se reúne la gastronomía ritual prehispánica.

Conocida como huauhtli entre los mexicas, la semilla del amaranto formaba parte de la pirámide alimenticia de Mesoamérica. Se calcula que los mexicas producían entre 15 y 20 toneladas de amaranto al año y tenía diversas funciones sociales, como servir para transacciones o como tributo al tlatoani.

Sin embargo, una de las funciones más importantes era la religiosa, pues el amaranto, que se mezclaba con miel de agave, se utilizaba para realizar representaciones comestibles de los dioses en diversas fiestas. Una de ellas era la de Huitzilopochtli, deidad rectora de los mexicas, que se realizaba como parte de los festejos del Panquetzaliztli. En dicha festividad, los mexicas recordaban el nacimiento sobrenatural de Huitzilopochtli, el colibrí izquierdo asociado a la guerra y el sol.

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Como parte de los festejos del Panquetzaliztli se realizaban inmolaciones humanas para representar el triunfo de Huitzilopochtli en el cerro-templo, se escogía un corredor o painal para que recorriera los pueblos vestido de Huitzilopchtli y la construcción de una imagen del dios con amaranto.

De acuerdo con el artículo «Panquetzaliztli: El nacimiento de Huitzilopochtli y la caída de Tezcatlipoca«, de Gabriel Kenrick Kruel, la imagen se hacía de gran tamaño con ayuda de la pasta de tzoalli, como se le llamaba a la mezcla de amaranto y miel de agave. Las encargadas de hacer al Huitzilopochtli eran las pilhuan Huitzilopochtli, mujeres servidoras del templo.

«Molían mucha cantidad de la semilla de bledos que ellos llaman huauhtli, juntamente con maíz tostado. Después de molido, amasábanlo con miel negra de los magueyes. Después de amasado, hacían un ídolo de aquella masa, tal y tan grande»,menciona fray Diego de Durán.

calaveras de amaranto
FERNANDO CAMACHO

La importancia de las calaveras de amaranto

Con la llegada de los españoles el ritual fue satanizado y la semilla de huauhtli se desestimó y se censuró su siembra y producción. De acuerdo con los anales, la semilla fue renombrada como bledo y se buscó su extinción. Sin embargo, prevaleció y siguió siendo de gran ayuda para las hambrunas de las comunidades indígenas, donde se transformó en los dulces de alegría.

Posteriormente, los fieles colocaban el icono sobre el templo y le ofrendaban cuatrocientos huesos de la misma pasta, que representaban a los hermanos de la Coyolxauhqui que perecieron a manos de Huitzilopochtli.

Aunque las calaveras de azúcar tienen una larga data, las calaveras de amaranto también sobrevivieron y tienen una gran tradición. Desestimadas, por la idea de que el amaranto es un alimento de baja calidad o sin importancia, no son tan populares como sus pares de chocolate, barro o azúcar.

Sin embargo, principalmente en la zonas productoras (como el sur de la Ciudad de México, Puebla y Tlaxcala), el amaranto sigue vigente como alimento todo el año y también en importantes fiestas como lo es el Día de Muertos. Existen variedades hechas con piloncillo, miel o azúcar. Generalmente son decoradas con lunetas de chocolate como ojos y se realizan con ayuda de moldes. Al colocarlas en las ofrendas se puede jugar con otros elementos tradicionales con data prehispánica como el petate, el copal y los perritos de Colima.

Rescatar la calavera de amaranto también implica rescatar una visión del mundo en la que la gastronomía, el movimiento orgánico de la vida y la muerte, y los fenómenos naturales están unificados, como sucedía en las fiestas de Huitzilopochtli.

Aunque se trata de una festividad distinta, colocar una calavera de amaranto es también un homenaje al gran mito en el que todos nos convertiremos al concluir nuestros días en el mundo. Asimismo, reaviva el pasado prehispánico en el que los huesos de amaranto se realizaban para representar a los dioses, seres que quizá en el pasado fueron simplemente seres humanos, pero que pasaron a convertirse en arquetipos en el gran tejido multicolor que es México.

autor Filósofo por formación. Contempla el alma e imaginación de México.
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