Cerro Blanco y el Peñón de Covadonga (Durango)
Si eres amante de la naturaleza, no puedes dejar de recorrer los senderos que te permitirán descubrir el macizo granítico conocido como el "Cerro Blanco" y el Peñón de Covadonga.
Una increíble serie de casualidades llevó al redescubrimiento del macizo granítico conocido como “Cerro Blanco”.
Aproximadamente a dos horas y media de Torreón, rumbo a la ciudad de Durango y cerca del poblado de Peñón Blanco, se encuentra un macizo de granito al que los lugareños llaman “el Cerro Blanco”. El Peñón, como lo hemos denominado mis compañeros y yo desde que nació nuestro interés por él, fue redescubierto gracias a una increíble serie de casualidades. Sin embargo, casi nos desaniman dos intentos fallidos por acercarnos a las faldas del cerro, ya que la tupida vegetación espinosa hacía imposible el camino.
Alguien nos recomendó a Octavio Puentes, nativo de Nuevo Covadonga, un pueblo cercano a la montaña, que conoce el lugar de una manera sorprendente. Sólo bajo su guía pudimos dar con el camino que después de una hora nos llevaría sin problemas al campamento base localizado en Piedra Partida.
La vereda que nos enseñó Octavio atraviesa un arroyo varias veces y después sube hasta llegar al collado que divide al Peñón y una pared que, debido a sus 50 metros de altura, la bautizamos como “la pared de bienvenida”.
Desde esta meseta, llamada El Banco, el paisaje cambia aún más, ya que se pueden observar piedras de diferentes tamaños, redondeadas y moldeadas a través del tiempo, por la acción del agua y el aire. Estas rocas alguna vez estuvieron en la parte alta del cerro, y algo cambió que hizo que se desprendieran y rodaran hasta quedar en ese lugar. Lo más escalofriante de esto es que el cambio, aunque lento, no ha terminado, y no quisiéramos ser nosotros quienes desencajáramos una sola roca.
Seguimos avanzando por la meseta hasta llegar a Piedra Partida, el camino es casi plano y con una vereda que en ocasiones se esconde entre la hierba. Piedra Partida ofrece el mejor lugar para acampar en el cerro, ya que gracias a su orientación tiene una sombra permanente que la hace un excelente refugio contra los incesantes rayos del sol y las altas temperaturas, que en verano superan los 40 grados celsius. El sitio también tiene una vista panorámica privilegiada que permite escoger la ruta a seguir o, en su caso, observar el progreso de los escaladores que suben por una de las paredes de la roca. Otra peculiaridad es que en ese punto hay petroglifos, que por lo inaccesible del sitio aún se conservan en impecable estado.
Dos expediciones previas del grupo cemac y del Politécnico, y referencias en una página de Internet, nos mostraron las rutas establecidas; sin embargo, decidimos hacer una nueva ruta a través de una rampa que, después de diez largos de cuerda, llega a una de las cumbres del Cerro Blanco. Un largo de cuerda es igual a 50 metros, pero en esta ruta, por la forma de la piedra y el camino que seguimos, variaron de 30 a 50 metros.
Los primeros tres largos de cuerda resultaron bastante fáciles, aproximadamente 5.6-5.8 (realmente fácil), con excepción de un movimiento 5.10a (entre intermedio y difícil) al principio del segundo largo. Esto nos dio la confianza para pensar que toda la ruta iba a salir fácil y rápida: fácil, porque creíamos que toda la ruta presentaría un grado similar a lo que ya habíamos pasado; y rápida, porque para instalar las protecciones no iban a ser necesarios emplazamientos técnicos complicados que llevan mucho tiempo colocar. Para instalar más rápidamente las protecciones contábamos con un taladro de pilas con el cual podríamos hacer aproximadamente treinta agujeros con cada una de las dos pilas que llevábamos.
Pasamos un buen susto en el cuarto largo; en un movimiento 5.10b me resbalé y caí rodando seis metros, hasta que me detuvo la última protección que tenía. Los largos 5 y 6 fueron completamente fáciles y espectaculares, con formaciones que invitan a seguir escalando más y más; sin embargo, las sorpresas no terminaban: al empezar el largo 7 nos dimos cuenta de que aunque el taladro todavía tenía batería para hacer muchísimos agujeros, las protecciones escaseaban. Por lo fácil del terreno tomamos la decisión de seguir poniendo muy lejos los tornillos que nos sostendrían, y en un terco intento por llegar dos largos completos se hicieron sin más tornillos que los que se ponen al principio y al final de cada largo. Sólo nos faltaban 25 metros, pero ya no pudimos seguir por falta de tornillos, que en ese último tramo eran indispensables, pues la roca está totalmente vertical.
Rápidamente organizamos otra excursión para terminarla. La cima alcanzada resultó ser una cumbre falsa; no obstante, el escenario que ofrece el lugar desde ese punto es increíble.
Podemos concluir que la ruta resultó ser de la dificultad esperada, pero nos llevó más tiempo del estimado hacerla, con un total de 23 días y 15 personas repartidas en nueve excursiones. El grado final quedó como sigue: diez largos 5.10b, siendo el último de dificultad 5.8a (esta graduación se refiere a que nos tuvimos que colgar de las protecciones que instalamos para poder avanzar).
El Cerro Blanco, a pesar de nuestros esfuerzos por darlo a conocer, sigue siendo un lugar inexplorado que presenta muchísimas posibilidades de escalada y excursionismo. En otras palabras, el Cerro Blanco sigue siendo una sorpresa de granito de más de 500 metros de altura en medio del desierto, conectado únicamente por una escondida vereda, en espera de escaladores empecinados, dispuestos a desarrollarlo y a sacarle provecho a las rutas que un lugar así puede y merece tener.
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