El Realejo en San Luis Potosí, las piedras que encantaron a Luis Cajero
Las piedras han causado un diálogo sin palabras con los humanos a través de los miles de años. Aquí te contamos de las de El Realejo en SLP, ésas que enamoraron a Luis Cajero.
Luis Cajero dejó la ingeniería por bailar coreografías audaces entre las piedras del desierto de San Luis Potosí, en El Realejo. Aquí te contamos su historia que descubrió Mauricio Ramos sobre cómo Luis es un continuador del turismo de naturaleza en el altiplano potosino.
El Realejo forma parte del Área Natural Protegida Reserva Estatal Real de Guadalcázar, decretada en 1997. La zona protegida abarca 256,826.45 hectáreas y abarca los municipios de Guadalcázar, Villa Hidalgo y Cerritos en San Luis Potosí.
Luis Cajero, a sus 38 años, lleva 21 practicando como deporte profesional la escalada.
Acudió al llamado de El Realejo. Él supo escuchar los susurros de los atractivos escénicos y de los vestigios mineros y arquitectónicos en aparente abandono. Cuando se acabó la explotación minera, los pueblos se quedaron sin ingreso, por lo que el turismo es una fuente de ayuda a la comunidad.
Luis se estableció en este lugar de quietud para echar a andar un movimiento y continuar con lo que amigos suyos ya habían comenzado y se había quedado un tanto inconcluso: convertir El Realejo en un centro ecoturístico en toda su dimensión, con un centro de escalada para cualquier nivel.
La infancia entre minas
Luis Cajero nació en Villa de la Paz, SLP, pero se fue a estudiar ingeniería a la ciudad de Querétaro. Desde pequeño, debido al entorno minero, jugó tratando de subir y explorar áreas poco convencionales: tiros de mina, cerros, piedras, malacates. Saltar y desafiar las alturas son desafíos que han marcado su vida desde la infancia.
El amor a las alturas
Lleva 21 años dedicándose formalmente a la escalada. Este deporte lo flechó desde la segunda sesión, trepando en una pared de unos 10 metros de altura, establecida en la parte de atrás de los edificios del Tec de Querétaro. No tuvo que estar en el entorno natural para que su cuerpo recordara aquella fascinación de sus días de infancia.
Renacer pandémico
En marzo de 2020 cambió su ritmo de vida debido, entre otros temas, a la pandemia. Ya llevaba visitando El Realejo y Guadalcázar desde hacía tres años atrás, gracias a su trabajo como entrenador de deporte, especializado en escalada; sin embargo, en marzo tomó la decisión de mudarse a la comunidad, entablar un diálogo con los comuneros locales y convocarlos a crear en forma un spot para la escalada.
Tras 10 meses, ha logrado un avance gracias al trabajo comunitario en el que todos se ven beneficiados: la zona está siendo cuidada y limpiada por los propios comuneros, él se lleva a los niños a practicar escalada y a que miren su territorio con otras posibilidades y, al mismo tiempo, él ha recibido la confianza y el permiso para ir armando el centro de escalada.
Los ingresos, por el momento módicos, de los accesos al bosque (20 pesos por persona) más las actividades que cada aventurero quiera tomar van directamente a la comunidad. La idea de Luis está completamente en línea con el cuidado ambiental y el crecimiento comunitario.
La danza de la escalada
Si algo ha marcado la vida de Luis es el cuerpo. Él conecta con su interior y con la naturaleza a través de las piedras. Atiende a su cuerpo: lo que come, las horas de descanso. Ser escalador significa una profunda conexión con su cuerpo y para ello practica un diálogo interno de autocuidado y cultiva la presencia plena.
Los cálculos, las mediciones, las posibilidades, las elecciones se hacen durante la planeación. Durante la escalada todo el diálogo interno es de tranquilidad y de presencia plena para que el cuerpo haga lo suyo: subir, encogerse, contorsionarse, estirarse… ir y venir en una suerte de danza gimnástica que podría compararse con una coreografía de danza contemporánea.
Se requiere una constitución corporal felina: fuerza, ligereza, agilidad. Su cuerpo lleva un tatuaje que evoca a un fénix, como una suerte de metáfora sobre su vida y su manera de morir y reinventarse. Ir al extremo y renacer fortalecido.
Esto intenta llevarlo a sus clases, al guiar a los viajeros y al mostrarles una tierra llena de misterios y riquezas en medio de un clima semidesértico donde nacen, al menos, 70 especies de cactáceas.
Aquí hay siete tipos de vegetación:
- Matorral desértico rosetófilo
- Mezquital
- Chaparral
- Zacatal
- Encinar
Real de Guadálcazar y El Realejo
Se fundó en 1613 por mineros en busca de minerales preciosos. Hay cerros, cañadas y planicies y las ruinas mineras que cuentan tiempos de bonanza, tesoros y saqueos. A 10 km se ubica El Realejo, cuya población no llega a 100 personas. Se trata de un oasis verde en medio del semidesierto potosino. Está rodeado de matarroles y bosques de encinos.
Los suelos son ricos en oro, plata y oro, sin embargo no hay explotación minera debido a la conservación ambiental.
Actividades que puedes realizar
- Cabalgatas
- Campismo (llevando todo tu equipo, desde sleeping hasta casa de campaña)
- Senderismo
Rapel - Grutas
Escalada (con cuerda y sin cuerda)
Tirolesa
Puedes visitar
- Mina La Trinidad
- Grutas Las Candelas
- Los Muertos
- Mesa de Las Lechuguillas
- Cerro Las Comadres
- Cerro San Cristóbal
Cabe resaltar que la zona es segura y que la visita ayudará a que esta comunidad contribuya con el cuidado del medio ambiente. Hay un largo camino por recorrer para la educación ambiental y el respeto de los espacios. Sé parte de este cambio y sé un viajero responsable: cumple con las medidas de prevención para el Covid-19 y cuida los espacios como si fueran tu casa. Recoge los desechos, no te lleves nada y evita la contaminación en todos los sentidos: sonora, de residuos, del agua.
Puedes contactar directamente a Luis Cajero en Facebook e Instagram o en su WA 442 466 6068
Cuéntale cuántos van, qué les gustaría hacer y él te dará costos y recomendaciones para que llenes tus sentidos de naturaleza y no cualquiera, la del altiplano potosino.
Para ver más trabajos de Mauricio Ramos, síguelo en Instagram y Facebook.