En busca de las raíces, hasta Felipe Carrillo Puerto (Quintana Roo)
Paralela al Mar Caribe, la Riviera Maya se extiende por más de 180 km, desde Puerto Morelos hasta Felipe Carrillo Puerto, comunidad plena de historia y de riquezas naturales, donde en la cotidianidad de sus habitantes se constata la vitalidad y permanencia de las tradiciones de una cultura ancestral.
Olvídate de la rutina y escápate:
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Viajar por el estado de Quintana Roo siempre depara sorpresas, igual si se va hacia el norte, donde resulta evidente la explosión demográfica y la incesante inversión en instalaciones hoteleras o de servicio para los visitantes, que si se toma rumbo hacia el sur, de reciente incorporación a la Riviera Maya, pero en cuyo territorio por fortuna aún hay grandes extensiones casi inexploradas, con un turismo de bajo impacto y con comunidades que todavía conservan su organización social y productiva dentro de esquemas tradicionales. Gracias a esto, la ruta por dicha zona maya resultó muy distinta a la realizada con antelación desde Puerto Morelos a Tulum, sin duda más cosmopolita.
COMIENZA EL CAMINO
Playa del Carmen nos da la bienvenida ya al atardecer, y luego de escoger el vehículo idóneo para movernos por la ruta trazada, buscamos un hotel donde pasar la primera noche, para reponer energías y salir temprano hacia Felipe Carrillo Puerto, nuestro destino principal. Elegimos el Maroma, con sólo 57 habitaciones, una especie de refugio para sus huéspedes en medio de una aislada playa. Ahí, para nuestra suerte en esta noche de luna llena participamos en el temazcal, un baño que purifica el alma y el cuerpo, donde durante hora y media de ritual se propicia en los asistentes el encuentro con una tradición cuyas raíces ahondan en las costumbres de los antiguos mayas y aztecas, de los indígenas de Norteamérica y de la cultura egipcia.
Ni decir que a primera hora ya estamos listas para cargar gasolina en la cercana Playa del Carmen, muy conocida a escala mundial a pesar de no superar los 100 mil habitantes, y cabecera del municipio de Solidaridad, el cual para alegría de algunos y preocupación de sus autoridades cuenta con el mayor índice de crecimiento demográfico de México, 23% anual aproximado. En esta ocasión seguimos de largo, aunque para qué negarlo, nos sentimos tentadas de parar en alguno de los puntos de interés que se anuncian al borde de la carretera, ya sea el popular parque ecoarqueológico de Xcaret o Punta Venado, un destino de aventuras con 800 hectáreas de selva y cuatro km de playa.
AL FONDO DE LAS CAVERNAS
Nos rendimos ante la curiosidad de bajar a las cuevas de Kantun-Chi, cuyo nombre significa “boca de piedra amarilla” en maya. Aquí cuatro de los cenotes existentes están abiertos al público, que incluso puede nadar en sus cristalinas aguas subterráneas. El primero en el recorrido es el Kantun Chi, en tanto le sigue el Sas ka leen Ha o “agua trasparente”. El tercero es el Uchil Ha o “agua antigua”, y el cuarto es el Zacil Ha o “agua clara”, en el que después del mediodía se ven los rayos del sol mientras atraviesan por un agujero natural en su parte superior, que se reflejan en el agua, con un singular efecto de luz y sombra.
El tiempo pasa casi sin darnos cuenta y apuramos el paso para recorrer la Grutaventura, consistente en dos cenotes conectados por pasillos formados naturalmente, a cuyo largo y ancho abundan las estalactitas y estalagmitas. Algunos kilómetros adelante vemos el anuncio de otras grutas, las de Aktun Chen, que ya conocimos en un viaje anterior. Sin embargo, queremos visitar el sitio arqueológico de Tulum, imprescindible en el itinerario por la región.
Hacemos un alto para beber una fresca agua de frutas en La Esperanza, donde nos sugieren desviarnos a las tranquilas playas de la Caleta de Solimán o de Punta Tulsayab, pero continuamos hacia las ruinas, aunque no son pocos los deseos de darnos un chapuzón.
TULUM O EL “AMANECER”
En verdad, se trata de uno de esos lugares que uno no se cansa de visitar. Tiene una magia especial, con sus estructuras retadoras frente al mar, que según estudios arqueológicos recientes, habrían conformado una de las principales ciudades mayas de los siglos XIII y XIV. Por entonces se le designaba con el nombre de “Zamá”, relacionado con la palabra maya “mañana” o “amanecer”, comprensible pues el sitio se encuentra emplazado en la porción más alta de la costa oriental, en don- de se observa la salida del sol en todo su esplendor.
El nombre de Tulum, por tanto, parece ser relativamente reciente. Se tradujo al español como “palizada” o “muralla”, en clara alusión a la que aquí se conserva. Y aunque no pudimos disfrutar de ese espléndido amanecer, sí esperamos hasta la hora del cierre para contemplar el crepúsculo, entre la inmensidad del azul marino y las seculares construcciones, imperturbables ante el embate de las fuerzas de la naturaleza.
Ya anochece y sabemos que a partir del pueblo de Tulum se estrecha la vialidad a sólo dos carriles y sin iluminación hasta Felipe Carrillo Puerto, por lo que nos dirigimos hacia la costa por la carretera Ruinas de Tulum-Boca Paila, y en el km 10 nos decidimos por uno de los hoteles ecológicos que preceden la Reserva de la Biosfera de Sian Ka´an. Allí, luego de degustar unos deliciosos camarones al ajillo, un mero a la plancha y una fría cerveza, nos vence el sueño. Sin embargo, como la luz entra casi de madrugada por la ventana abierta, sólo cubierta por la delgada protección contra los mosquitos, nos regalamos un baño matutino en esa playa de aguas trasparentes y cálidas como pocas.
HACIA EL CORAZÓN MAYA
En el trayecto nos llaman la atención unos muebles de caña brava o bejuco que ofrecen los propios artesanos en una rústica choza a la altura del Crucero Chumpón. Ejemplifican la creatividad intrínseca de los nativos de la zona, que encuentran en los recursos naturales un modo productivo de ganar el sustento.
No demoramos mucho, pues nos esperan en la cabecera municipal los futuros guías, los turoperadores de Xiimbal, agencia al frente de la cual está Gilmer Arroyo, un joven enamorado de su región, que se ha propuesto junto con otros conocedores difundir y también defender el concepto del ecoturismo comunitario maya y Gabriel Tun Can, quien nos acompañará durante el recorrido. Han convocado para la comida a entusiastas promotores, como el biólogo Arturo Bayona, de Ecociencia y Proyecto Kantemó, cuya principal atracción es la Cueva de las Serpientes Colgantes, Julio Moure, del PNUD regional y Carlos Meade, director del Proyecto Yaxche’, quien considera que “al incentivar el ecoturismo comunitario maya se promueve la organización participativa de los pobladores de cada lugar, con actividades de intercambio cultural mediante los cuales se fortalecen los valores autóctonos, y se consolida un desarrollo sustentable de los recursos naturales, gracias a lo cual se generan beneficios directos a los lugareños”. De este modo, nos invitan a visitar al día siguiente la comunidad de Señor, la que con poco más de dos mil habitantes funciona como centro integrador en el norte del municipio, y sus actividades básicas son la agropecuaria, la frutícola, la forestal y la apicultura.
Más tarde, recorremos los lugares de mayor interés histórico, el Santuario de la Cruz Parlante, el antiguo templo católico de Santa Cruz, el Mercado, la Pila de los Azotes y la Casa de Cultura. Ha sido un día largo y como ya el cuerpo pide reposo, luego de refrescarnos con una deliciosa agua de chaya y regalarnos unos salbutes, nos instalamos en el Hotel Esquivel, para disfrutar de un reparador sueño.
AL ENCUENTRO DE LAS RAÍCES
Rumbo a Tihosuco, por la carretera 295 vamos hacia Señor, donde compartiremos con algunos de sus pobladores las experiencias de la vida diaria, de sus tradiciones y comidas típicas, invitadas por los organizadores del Proyecto de Ecoturismo Comunitario XYAAT. Con antelación, Meade nos había explicado que en la zona la mayoría aún conserva las unidades domésticas como base de la organización social y productiva, y que el núcleo central de las actividades es la producción de alimentos de autoconsumo, en dos espacios: el principal, la milpa, en terrenos próximos a la localidad con cultivos de temporal como maíz, frijol, calabaza y tubérculos, mientras los demás se trabajan en el solar, alrededor de la vivienda, donde están las hortalizas y los frutales, y se crían las gallinas y los cerdos.
También, en algunas casas hay huertos con plantas medicinales, pues se conoce de los buenos curanderos o sanadores -la mayoría, mujeres-, de parteras y de yerberos, e incluso de brujos, todos muy respetados pues cuentan con un bagaje enraizado en la sabiduría popular de sus antepasados. Una de estas terapeutas autóctonas es María Vicenta Ek Balam, quien nos recibe en su huerto repleto de plantas curativas y nos explica sus propiedades para los tratamientos herbolarios, todo en lengua maya, que disfrutamos por su melodioso sonido, mientras Marcos, el responsable de XYAAT, traduce pausadamente.
De ahí nos sugieren visitar a un narrador de leyendas o “señales”, como les dicen. Así, Mateo Canté, sentado en su hamaca nos cuenta en maya las fantasiosas historias de la fundación de Señor y de cuanta magia abunda por ahí. Más tarde, conocemos al creador de instrumentos de percusión de la zona, Aniceto Pool, quien sólo con unas sencillas herramientas hace los bom bom o tamboras que alegran las fiestas regionales. Finalmente, para aliviar el calor, nos escapamos un rato a nadar en las tranquilas aguas de la Laguna Azul, a sólo tres km hacia el poblado de Chancén Comandante. Cuando regresábamos, sólo entonces, los guías de XYAAT comentaron con sonrisas pícaras que por las orillas había algunos cocodrilos, pero eran mansos. Sin duda, fue una buena broma maya.
EN BUSCA DE LAS SERPIENTES
Se acerca el final del viaje, pero falta la visita a Kantemó, para bajar a la Cueva de las Serpientes Colgantes. Vamos con los biólogos Arturo Bayona y Julissa Sánchez, quienes ante nuestras dudas prefieren mantener la expectativa. Así, en una ruta por la carretera 184, luego de pasar José María Morelos, al llegar a Dziuché, a dos km está Kantemó, un caserío donde se realiza el proyecto -respaldado por la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y Ecociencia, AC.
Damos un breve paseo en canoa por la laguna y luego recorremos un sendero interpretativo de cinco km, para observar las aves residentes y migratorias. Debemos esperar el anochecer cuando comienzan a salir de la boca de la caverna infinidad de murciélagos, instante preciso para bajar a ésta, pues entonces las serpientes, ratoneras manchadas, toman sus posiciones para atacarlos, saliendo de las oquedades calcáreas en el techo de la cueva y descolgándose suspendidas de la cola, para atrapar algún murciélago en un rápido movimiento y de inmediato enrollar su cuerpo para asfixiarlo y digerirlo lentamente. Es un espectáculo impresionante y singular, de reciente descubrimiento, y que se ha convertido en el mayor atractivo dentro del programa de ecoturismo comunitario manejado por los lugareños.
SOBRE LA GUERRA DE CASTAS
Casi en la frontera con el estado de Yucatán se alza Tihosuco, población con una larga historia, pero con pocos habitantes en la actualidad y que parece parado en el tiempo. Ahí llegamos para conocer su famoso Museo de la Guerra de Castas, instalado en un edificio colonial que según algunos historiadores perteneció al legendario Jacinto Pat.
El museo consta de cuatro salas, donde se exhiben pinturas, fotos, réplicas, maqueta y documentos relacionados con el movimiento indígena en contra de los españoles. En la última sala hay armas, maquetas y documentos que relatan el inicio y desarrollo de la Guerra de Castas a mediados del siglo XIX, así como datos sobre la fundación de Chan Santa Cruz. Sin embargo, lo más llamativo de este sitio es la notoria actividad que despliegan con diversos grupos, desde las clases de hilado y bordados, para aprovechar el conocimiento de las ancianas costureras, hasta las de cocina tradicional o de danzas regionales, con el fin de preservar las costumbres entre las nuevas generaciones. De esto, nos dieron muestra en una tarde lluviosa, pero llena de colorido por los hermosos bordados de los huipiles que vestían las danzantes y de los ricos platillos mayas que degustamos.
EL FIN DE LA RUTA
Hicimos un largo recorrido desde Tihosuco, atravesando por la ciudad de Valladolid, en el estado de Yucatán, pasando por Cobá para arribar a Tulum. Volvimos al punto de partida, no sin antes visitar Puerto Aventuras, un desarrollo vacacional y comercial construido alrededor de la única marina de la Riviera Maya, y donde ofrecen un simpático espectáculo con delfines. Ahí se encuentra también el Centro Cultural y Polireligioso, único en su género en la zona, al igual que el CEDAM, Museo Náutico. Ya para pernoctar, nos dirigimos de nuevo a Playa del Carmen, donde en hotel Los Itzaes trascurrió la última noche del viaje, luego de cenar mariscos en La Casa del Agua- Sin duda, esta ruta siempre nos deja con ganas de conocer aún más, pues reafirmamos que la Riviera Maya preserva no pocos enigmas en sus selvas, cenotes, cavernas y costas, para brindar siempre un infinito México por descubrir.
UN POCO DE HISTORIA
A la llegada de los colonizadores españoles el mundo maya en el actual territorio de estado de Quintana Roo estaba dividido en cuatro cacicazgos o provincias de norte a sur: Ecab, Cochua, Uaymil y Chactemal. En Cochua se encontraban poblaciones pertenecientes ahora al municipio de Felipe Carrillo Puerto, como Chuyaxche, Polyuc, Kampocolche, Chunhuhub, Tabi y la capital entonces localizada en Tihosuco, antaño Jo´otsuuk. También en Huaymil se conoce de asientos mayas en la Bahía del Espíritu Santo y en lo que hoy es la ciudad de Felipe Carrillo Puerto.
Comandados por el español Francisco Montejo, en 1544 se conquistó este territorio, por lo que los nativos quedaron sujetos al sistema de encomiendas. Esto perduró durante la Colonia y la Independencia, hasta que el 30 de julio de 1847 se rebelaron en Tepich comandados por Cecilio Chí, y más tarde por Jacinto Pat y otros líderes locales, inicio de la Guerra de Castas que durante más de 80 años mantuvo en pie de guerra a los mayas de la península yucateca. Durante este periodo se fundó Chan Santa Cruz, residencia de la Cruz Parlante, cuya historia del culto resulta curiosa: en 1848 José Ma. Barrera, hijo de español y de una india maya, alzado en armas, trazó tres cruces en un árbol, y con la ayuda de un ventrílocuo enviaba mensajes a los rebeldes para continuar su lucha. Con el paso del tiempo este sitio se identificó como Chan Santa Cruz, que más tarde se denominaría Felipe Carrillo Puerto y se convertiría en la cabecera municipal.
Fuente: México desconocido No. 333 / noviembre 2004
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