Teotihuacan y su evento equinoccial
Durante los equinoccios de primavera y otoño, el patio del Templo de Quetzalpapálotl es la sede de un fenómeno arqueo-astronómico que indicaba "el inicio de un nuevo ciclo de tiempo".
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A principios de 1961 los arqueólogos Jorge Acosta y Jorge Canseco iniciaron la exploración de los edificios situados en la parte oeste de la plaza de la Pirámide de la Luna, en Teotihuacan. Allí reportaron, en junio de 1962, el hallazgo de “un complicado palacio” al que provisionalmente llamaron “Palacio de las Mariposas”, en virtud de que encontraron piedras con relieves de alas “como de mariposas”. Estas piedras eran parte de los pilares que sostenían el techo de vestíbulos ubicados alrededor de un patio cuyos muros mostraban pinturas con: “…motivos de grecas escalonadas enmarcadas por ganchos”. En ellas advirtieron hileras de círculos de color verde, los cuales resultaron ser huellas de un pegamento que mantenía adheridos unos discos de mica. Acosta concluyó que el palacio fue quemado por los mismísimos teotihuacanos en los últimos momentos de la gran ciudad.
Al Palacio de Quetzalpapálotl se llega partiendo de la plaza de la Pirámide de la Luna, hacia su parte suroeste, de donde, luego de subir por una amplia escalinata, se accede a un recinto techado, al fondo del cual se halla una puerta que comunica hacia este bello recinto, posiblemente privado. En 1964 Acosta realizó una labor de reconstrucción que iba a ser pionera en este campo. Su precisión la constatamos hoy por hoy con el estudio arqueo-astronómico, el cual se llevó a cabo en 1995. El propio Acosta narró en sus escritos el rigor técnico de su trabajo: los relieves de los pilares, un fragmento del techo, y la ubicación y número de las almenas, guían a los restauradores de modo muy preciso.
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Cuando Jorge Acosta encontró el Palacio la arqueo-astronomía era una disciplina prácticamente desconocida. Muchos años después de este hallazgo se observaría en Chichén Itzá un efecto solar que cobraría fama mundial: en El Castillo se proyectaba la forma curva del cuerpo de una serpiente, con lo que se anunciaba la llegada el equinoccio, importante evento astronómico. En el Palacio de Quetzalpapálotl, también señalando el equinoccio de primavera, entre las 7:15 y las 7:45 horas, mientras el sol se eleva, la sombra escalonada de las almenas del lado este del patio va recorriendo los ángulos de las figuras, también escalonadas, pintadas en rojo sobre el muro occidental del palacio. La sombra se desplaza de sur a norte, como si bajara unas gradas.
La pintura del Palacio sobre la que se proyecta la sombra, se acompaña de una serie de círculos de mica, a manera de espejos que conforme recibían la luz solar lanzaban destellos sobre la parte no iluminada del recinto. La figura escalonada es un xicalcoliuhqui, especie de greca cuya evolución, según demostró Alfonso Caso, partió de las formas naturalistas de la serpiente. Por tanto, ambos efectos, el de Teotihuacan y el de Chichén Itzá, presentan el recorrido de sombras sobre cuerpos serpentinos, y ambos suceden con gran precisión el día del equinoccio. Ya que el palacio teotihuacano se construyó antes que el edificio de Yucatán, tenemos aquí la influencia de la ideología del centro de México en la zona maya.
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Las observaciones hechas nos muestran una hierofanía en la que se encuentran la oscuridad y el día. De esto último nos habla el simbolismo de las imágenes plasmadas en los dos elementos que intervienen en este efecto de luz y sombra: la pintura y la almena. El arqueólogo Felipe Solís, en un libro editado por México desconocido, dice que en los pilares del poniente del palacio aparecen búhos, aves asociadas a la oscuridad, mientras que las almenas del techo representan rayos de sol (algo que por nuestra parte habíamos destacado años atrás). En algunos códices como el Vaticano 3773, el Borbónico y el Borgia vemos xicalcoliuhquis sobre bandas con círculos que recuerdan los que decoran muchos tableros teotihuacanos. En los códices también aparece este motivo relacionado con el calendario y los astros (el Sol y Venus), donde varios templos presentan almenas escalonadas por un solo lado, muy similares a xicalcoliuhquis. La relación almena-xicalcoliuhquinos parece clara en estos ejemplares. Las aves han sido consideradas en Mesoamérica como símbolo de los astros. Hay ejemplos, tanto del Clásico como del Posclásico, en donde se puede ver la relación Sol-guacamaya entre los mayas o Sol-águila entre los mexicas. En las almenas, el otro elemento que vemos en el palacio, tenemos como decoración el símbolo rayo/ trapecio, indicador de año, carácter que debió adquirir desde Monte Albán I (Preclásico).
Esta relación simbólica refuerza el aspecto calendárico-astronómico del Palacio de Quetzalpapálotl.
Muchos años después de los trabajos de Jorge Acosta, y luego de un análisis de sus escritos, pudimos realizar observaciones solares en aquel conjunto teotihuacano que da la más clara idea del aspecto que debieron presentar estas unidades arquitectónicas en la época de esplendor de la gran metrópoli. Gracias a ello encontramos un probable observatorio solar, donde las figuras decorativas van más allá del simple ornamento y se convierten en un elemento que sobrepasa lo simbólico para llegar a una operatividad astronómico-arquitectónica, como instrumento de gran precisión para determinar fechas agrícolas, religiosas o de cualquier evento de importancia económico-ritual.
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Cómo llegar
Teotihuacan se localiza a aproximadamente 40 km al noreste de la Ciudad de México (en el Estado de México). Para llegar debes tomar la autopista México-Pachuca y continuar por la desviación hacia Pirámides.
NOTA: Este año la entrada oficial de la primavera ocurrirá el 19 de marzo, por lo que -si las condiciones climáticas lo permiten-, el evento arqueo-astronómico podrá advertirse entre el 20, 21 y 22.
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