Experiencia en Playa Ventura (Guerrero)
En el estado de Guerrero se encuentra esta encantadora playa, ideal para pásártela bien.
Pasar unos días en contacto con la naturaleza, playa, sol, mar y brisa, nos pareció fascinante a mis hijos y a mí. Magnífica oportunidad de aprovechar las vacaciones de fin de año: «mataríamos dos pájaros de un tiro» al evitar el alto grado de contaminación de la ciudad y, por otra parte, disfrutar de buenas vacaciones, fuente regeneradora del cuerpo, mente y espíritu.
Desde antes de iniciar la aventura gozamos día a día los preparativos: seleccionar el equipo para acampar en la playa, acondicionar el vehículo, y preparar mil y un detalles que, como granitos de sal, dan sabor al apetitoso platillo.
Por unanimidad de votos, decidimos llevar a nuestro gato «Chacho», pues, además de ser parte importante de la familia, está acostumbrado a viajar con nosotros y es un valioso colaborador.
La ruta trazada fue: México, Cuernavaca, Taxco, Iguala, Chilpancingo, Tierra Colorada, Acapulco y Playa Ventura. La distancia del recorrido es de 580 km, aproximadamente.
De principio a fin, la carretera es una grata experiencia, con una variedad de paisaje extraordinaria.
Partimos entre los bosques y acantilados de la sierra, por la carretera federal a Cuernavaca, para pasar al otro lado de la cordillera cuyo clima y vegetación le han dado el sobrenombre de «ciudad de la eterna primavera». Luego seguimos por llanos áridos; la carretera sube por lomas y cerros, y cambia el entorno hasta llegar a la exuberancia de Taxco. Después bajamos nuevamente a lo árido, hasta desembocar en el Cañón del Zopilote. Al salir nos acercamos a la costa, donde la vegetación cambia paulatinamente a selva tropical y palmares. Al lado del camino, puestos de venta de papayas, cocos, miel, dulces y recuerdos de la zona.
-Papá, ¿qué es ese animal que llevan amarrado?
-Una iguana.
-¿Por qué la llevan amarrada?
-Para venderla.
-¿Como mascota?
-Por lo general, las venden como alimento.
-Pobrecita, la van a matar.
-Pues sí. Así venden también armadillos, aguilillas, pericos y otros animales, lo que ocasiona su extinción.
-¿Ven al puente? Hace muchos años la carretera pasaba por ahí, me acuerdo que parvadas de pericos cruzaban los aires. Desde la carretera se veían venados, zorras, coyotes y otros animales.
-¿Entonces, los están acabando y no va a haber más?
-Por desgracia, tienes razón.
-¿Podemos hacer algo para evitarlo?
-Quizá se pueda hacer algo, vamos a pensarlo.
-Miauuu.
-¿Qué dices «Chacho», podemos hacer algo?
-Miauuu.
-Ja, ja, ja (reímos a carcajadas).
Por fin llegamos a Acapulco, ¡qué cambio tan grande! Seguimos rumbo a la Costa Chica, entre palmeras, mangos y almendros. Cruzamos Barra Vieja, El Rancho, Cuauhtepec, Cruz Grande y Copala, «donde abunda el árbol del copal». A pocos kilómetros encontramos un letrero de desviación: «A Playa Ventura 7 kilómetros». Tomamos el camino de terracería hasta llegar a nuestra meta.
Pasamos días disfrutando lo que natura nos da, la paz de una puesta de sol, el arrullo del mar, y olvidamos las fechas, también la ciudad.
Gozando de nuestro anfitrión y su amistad, la cocina de su esposa y platillos del lugar, recorremos las playas en busca de aventuras, conchitas y caracoles, cangrejos y sirenas y lo que arroja la mar; hacer castillos de arena, ver figuras en las nubes, y a las gaviotas volar, desenterrar tesoros que olvidaron los piratas, subir al faro para ver naufragar escuadrones de pelícanos, delfines entre las olas y un velero navegar, pasa el tiempo sin sentir; la imaginación confunde la realidad y para los que estamos jugando, nunca ha existido la edad.
Conocimos a Miguel, un joven pescador, noble y servicial, guía y amante de su profesión. Fuimos a pescar con él y aprendimos a usar su red. Como recompensa a nuestro esfuerzo, atrapamos un pez para el almuerzo.
Por la tarde platicamos con don Pancho Ventura, lugarteniente de la enramada y sobrino del fundador del pueblo que lleva su nombre. Él es un observador de la vida, pensador profundo, inquieto en el devenir humano, gustador de un buen libro, conocedor de la mar, luchador y benefactor incansable. Nos adentramos en el gran tema y coincidimos en lo mucho que hay por hacer para beneficiar este bello lugar.
Instalamos el campamento antes de oscurecer. Esa noche salimos para ver desovar a las tortugas. Miguel pasó por nosotros a medianoche. Marco, el menor de mis hijos, tenía sueño y prefirió no ir. Emmanuel, el mayor, a pesar del sueño, estaba «más puesto que un calcetín».
Decidí llevar la cámara fotográfica para testimoniar el acontecimiento, y nos alejamos del pueblo, por la playa. Después de 200 m del último campamento, Miguel nos detuvo y señaló una tortuga que salía del mar.
Pronto la tortuga empezó a escarbar en la arena, nos acercamos y apreciamos su gran tamaño: casi dos metros, y media tonelada de peso. Un bellísimo ejemplar de la variedad conocida como Laudy que los lugareños llaman carapacho, de color azul-verde oscuro, con abundantes manchas blancas en aletas, cuello y cabeza, a manera de leopardo, y casi blanca la parte inferior. Su concha difiere mucho del común de las tortugas, que en lugar del duro caparazón con las clásicas placas geométricas, es suave y lisa de piel y a lo largo tiene siete protuberancias a manera de columnas longitudinales.
Gracias a la luz de la luna, pudimos observar el desove a distancia. Después de tapar el nido, se alejó cinco o seis metros y repitió la hazaña; se escuchaban sus resoplidos, provocados por el tremendo esfuerzo. En uno de sus descansos para recuperar fuerzas, iniciamos la labor de rescate. Sacamos los huevos, pero dejamos los últimos que, por falta de yema, son estériles.
Rápidamente extrajimos cerca de un centenar de huevos fértiles y los depositamos en un nuevo nido, bajo la protección de los amigos del campamento vecino.
La tortuga tapó los últimos huevos, apisonando la arena, hasta ocultar todo rastro, y comenzó a desplazarse, zigzagueando de tal manera que pareciera haber desovado en otro lugar. ¡Increíble instinto de conservación ha desarrollado para tratar de despistarnos! Finalmente, con la calma que caracteriza a los de su especie, regresó al mar.
¡Qué torpe se veía al caminar, y qué sorpresa nos llevamos al verla deslizarse al agua! Apenas llegó la primera ola, desapareció a increíble velocidad. No cabe duda que el mar es su elemento. Después de casi tres horas de titánica labor, demuestra la gran tenacidad que le da su instinto y le ha permitido sobrevivir millones de años. Es vergonzoso que los humanos seamos la causa de la extinción de tan noble guerrero, ejemplo de adaptación al medio ambiente, y de sobrevivencia.
-¿Quedan pocas tortugas papi?
-Eso creo. Si no ponemos remedio drástico, estimo que en pocos años, pasarán a ser historial
-Papá, ¿por qué no hacemos algo para evitarlo?
-Sí, hijo, vamos a buscar la forma de hacerlo.
Después de esta experiencia, quedó sembrada la semilla.
Recibimos el año nuevo con prometedores augurios, fue un espléndido día, lleno de armonía. Desde el día anterior, la madre naturaleza y la casualidad contribuyeron para la cena. Encontramos en el camino un conejo, recién atropellado y sin maltratar. Lo único que le faltó fue envoltura para regalo.
Esa noche cenamos poco, y con un brindis lleno de buenos deseos, pasamos del año viejo al nuevo en compañía de la familia Ventura. decidimos posponer la gran cena para la tarde del primer día del año. Esa tarde disfrutamos una puesta de sol en el mar digna de una pintura; al mismo tiempo, en el lado opuesto, enmarcado por el cielo azul y nubes grises y escarlatas, un arcoiris y, a sus pies, palmas y palapas.
Los problemas en esta comunidad son reflejo de lo que sucede en muchas otras a lo largo de nuestras costas.
Uno de los serios problemas es el comercio ilícito de la tortuga marina y sus productos, principalmente los huevos. Por un lado, la necesidad de los que se dedican a su captura y venta, que por herencia ha sido su principal medio de subsistencia. En principio fue sólo como alimento exclusivo de su gente. Ahora, la demanda ha crecido en tal magnitud que ha mermado en forma alarmante la existencia de estos nobles animales, a pesar de la veda permanente.
En el proceso están implicados los pescadores o cazadores, quienes inician el ciclo al capturar el producto, y pasa por diversos intermediarios que sacan la mercancía para su venta a los pueblos cercanos, o lo transportan incluso a las grandes ciudades para mercados y restaurantes.
El círculo vicioso continuará mientras todos los involucrados no puedan solucionar sus problemas de subsistencia, sin romper el equilibrio ecológico de su entorno.
Así nació el proyecto para formar un albergue campamento ecológico, educativo, recreativo y turístico en la comunidad de Playa Ventura, Guerrero, que entre sus objetivos está crear una reserva de la tortuga marina unida a alternativas para los pobladores de la zona y para los visitantes. ¡Bienvenidas todas las manos amigas!
SI VAS A PLAYA VENTURA
De la ciudad de México toma la carretera núm. 95 rumbo a Acapulco. Del puerto se pueden tomar dos caminos para llegar a Playa Ventura: al entrar a Acapulco, a la altura de la estatua de Lázaro Cárdenas, tomaa la desviación hacia la carretera núm. 200 a Pinotepa Nacional. Si entras a Acapulco, toma rumbo al aeropuerto hasta el entronque por la carretera núm. 200 a Pinotepa Nacional. Pasando Copala, y antes de Marquelia, se halla la desviación a Playa Ventura con siete kilómetros de terracería en buen estado.
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