Planea un fin de semana en Tepoztlán
"Tepoz" es un lindo destino de Morelos si buscas qué hacer el fin de semana cerca de la Ciudad de México. Conoce cómo llegar a Tepoztlán y disfruta de este pueblo mágico.
Escápate un fin de semana:
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Tepoztlán, Morelos es el lugar ideal a donde ir el fin de semana si lo que quieres es relajarte y disfrutar de la naturaleza. Los lugares de Tepoztlán que puedes visitar van desde el famoso cerro Tepozteco hasta las deliciosas Teposnieves. Lee esta guía de México Desconocido y pasa un lindo fin de semana en Tepoztlán.
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Viernes
Aunque sea un poco tarde, vale la pena llegar a comer a AXITLA, al final de la Avenida del Tepozteco, la misma por donde se llega viniendo por la carretera de cuota México-Cuernavaca. En Axitla, a unos pasos de los manantiales y de la Cruz en la que se bautizó al último monarca de la región coloquialmente llamada «Tepoz«, hay un restaurante especializado en comida mexicana que es punto obligado en la agenda de este fin de semana cerca de la Ciudad de México. Por mi parte, humildemente, reincido en la pechuga de pollo rellena de huitlacoche y bañada en salsa de chipotle.
¿Qué hacer el fin de semana?
Una vez con alojamiento, tomamos la desviación que va hacia Yautepec por la calle de Niño Artillero, lo que nos evitará el tráfico de Revolución que es la calle central. Por esta ruta llegamos a Amatlán que está a unos cinco kilómetros, donde hemos de encontrar la casa de doña Juanita Flores, donde preguntamos si tiene espacio para atendernos el domingo temprano y pedirle a don Esteban que prepare el temazcal. Sabemos que la casa tiene un portón azul y está a la entrada del pueblo, así que la encontramos pronto; tuvimos suerte y quedamos para las nueve. Habrá que traer toalla, cobija y jabón.
De regreso bajamos a dar una vuelta por la región new age, id est, por Revolución, de “Av. del Tepoz” para abajo. En el camino me desvío media cuadra para ver la IGLESIA DE SAN MIGUEL, con su discreta torre y el kiosco adornado de lagartijas, emblema del barrio. Aquí se encuentran las tiendas de artesanías en las que igual se venden batiks, que máscaras mexicanas, cerámica de Tonalá que tallas de ébano africano. Una de ellas se llama el Taj Mahal que vende, productos naturistas y tiene una cafetería. Por todas partes se oye y se vende música de relajación que se regodea en los coros de ballenas y música “del mundo”, que va de los celtas a los zapotecos pasando por Shankar. Más abajo está la GALERÍA DEL ÁNGEL que ofrece diseños que no pretenden ser de tradición pero sí de ingenio y oficio. En las paredes pueden verse firmas y augurios de visitantes distinguidos como Silvia Pinal o Monsiváis, que puso: “primero se agotarán los gobiernos que el arte popular”.
En “Tepoz”, el lugar para ponerse al día es un café que está frente al parque y se llama “LOS BUENOS TIEMPOS”. Al anochecer va cayendo el personal y uno puede preguntar por alguien, comerse un pedazo de pastel o enterarse qué se cocina en el pueblo. Es más, si se revisan bien los anuncios que la gente pone en las paredes del fondo, se puede encontrar casa, trabajo, mascota y coche, por no hablar de vocación. He aquí algunos ejemplos: Merlín Mistery: club de Acertijos/ vendo vocho/ Programa de entrenamiento para crear abundancia, de la Fundación para el desarrollo de la conciencia/se renta local en Zaragoza/ taller de iniciación Reiki/ se solicita galopina.
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Sábado
Como suelo hacer en todos mis viajes de fin de semana, busco algún lugar para desayunar en la PLAZA, que al igual que muchos pueblos tiene iglesia y PALACIO DE GOBIERNO; para compensar la ausencia de arcos aquí el mercado se extiende hasta media plaza. Guiado por el olfato, voy de-tin-marín entre las quesadillas de flor, dedo-pingué a la barbacoa y acabo que-ella-fue en un muy buen menudo.
En realidad, estamos en un ecléctico TIANGUIS donde pueden verse desde artesanías como las casitas talladas en espina de pochote hasta camisetas, frutas y, por supuesto, incienso y piedras de colores. Allí, conocí a Alfredo Martínez, artesano tepozteco que empezó con el pochote y actualmente aplica sus saberes a la artesanía de muebles. Amablemente, me invita a conocer su taller.
En el extremo oriente de la plaza está el EX CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA NATIVIDAD, construido a mediados del siglo XVI, convertido en Museo en 1939 y declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994. Allí observamos, en primer lugar, la decoración del arco en la fachada del atrio que cambia cada año y donde se narran las tradiciones del pueblo en un dibujo de Arturo Demesa en el que participaron decenas de personas pegando todo tipo de semillas.
En el atrio, donde sólo subsiste una de las capillas posas, se da catecismo a la sombra de los árboles y al fondo está la iglesia, flanqueada a nuestra derecha por los restos de la capilla abierta y a la izquierda por el ex Convento, en el que admiramos la magnificencia del edificio. Nos explican los trabajos de restauración que se vienen realizando desde hace ocho años para rescatar sus2400 m2 de frescos, así como bóvedas, celdas y jardines. Además, el museo presenta exposiciones sobre historia, ecología, costumbres y personajes célebres del pueblo.
A espaldas del Convento está el Museo donde se presenta la colección arqueológica donada por CARLOS PELLICER, quien vivió aquí. Este pequeño museo se inauguró en 1964 y actualmente es manejado por la Asociación de Amigos de Tepoztlán.
Empieza a pegar el sol y salen al rescate las “tepoznieves”, de las que elijo la versión maracuyá.
Aunque parezca fuera de contexto es algo que como que no encaja, traigo la espinita de que al llegar, frente a la gasolinería vi anunciada una “CASITA DE LOS ANIMALES”. Para no quedarme con la duda voy, pregunto y me encuentro con un lugar que abrió hace unos tres años en el que hay venados, pavorreales, canguros, serpientes, una jirafa, una elefantita de tonelada y media y muchos más. Varios de ellos están sueltos y los niños pueden alimentarlos, montar en llama o dromedario y hasta comprar una mascota. Se los dejo de tarea: los venaditos salen a 6 mil y, según me informan, todo está supervisado por la PROFEPA.
De regreso en el hotel aprovecho para tirarme un rato al sol y empiezo un libro de Pablo Soler que cuenta las historias y leyendas de este pueblo con sabiduría y elegancia en un pequeño volumen que junta investigación seria y narración ligera.
Hoy comemos en la FONDA DE LOS COLORINES, que está rumbo a la pirámide. La comida es casera, económica y el sazón muy bueno. Como debe ser, la especialidad son las tortitas de flor de colorín, a las que les abre camino una rica sopa de haba. En la mesa de atrás se habla portugués y en la de al lado un comensal llama a los músicos y se suelta cantando.
Aunque muy cerca de la plaza, la POSADA DEL TEPOZTECO está en un lugar privilegiado. Aquí, desde lo alto, el valle se extiende ante nuestros ojos rodeado de los cerros de piedras caprichosas que lo envuelven y dejan sólo una puerta abierta al lugar preciso por donde sale el sol. Ya que no podemos estar aquí a esa hora, para demorar pedimos un café mientras el sol pinta la tarde de rojo y terminamos el libro de Soler.
Nos encontramos con Alfredo en la plaza y vamos a su taller, donde me muestra alguna de las tallas que hacía antes y que son sus preferidas aunque, como dice, no se pagan. Al ver su trabajo actual le comento que se parece a las tallas con que adornan las “tepoznieves” y me explica que él es quien se las hace a partir de que en una exposición les asignaron a los dos el mismo espacio.
En el camino, le pregunto por un cafecito que me llamó la atención por el rumbo de las canchas. Se llama el PAN NUESTRO, me lleva allí y seguimos la plática mientras probamos un delicioso pastel de chocolate. Según nos cuenta Alfredo, se dedica a trabajar la madera desde niño ya que empezó en ello con su tío Isidro Barragán, quien fue el mejor carpintero del pueblo “y no es que yo lo diga nada más. La prueba es la misma PUERTA DE LA NATIVIDAD, que está firmada por él junto con otro carpintero y un arquitecto que fue el que hizo los trazos que, la mera verdad, no se le daban muy bien”.
Atravesamos laPlaza hacia Zaragoza, donde está EL CIRUELO, en una vieja casona muy bien acondicionada para comer o tomar una copa con música de jazz en vivo los sábados,y los viernes Bossa Nova.
Domingo
Hay quien para subir al cerro espera al equinoccio y se viste de blanco, quien sube con vela el 8 de septiembre, quien se las ha ingeniado para pasar la noche en la pirámide y quien, como mínima precaución, lo hace a las horas en que el sol es más benigno. Por mi parte tengo la suerte de que mi amigo Octavio, quien vivió aquí, me recomendó tomar el camino de LOS CORREDORES, después de Axitla. Desde allí, sin ser alpinista, uno puede ir siguiendo la vereda hasta llegar a un sitio de descanso en donde hay una cueva. Aquí no está la pirámide, por lo que no hay mucha gente. Está el cerro y está uno. Enfrente, el vacío; abajo, el valle, las campanas; en el horizonte, en estas fechas, va saliendo el sol. Por un rato, el mundo entre paréntesis.
Desde la entrada se percibe el aroma del encino troceado y quemado. Doña Juanita va palpando y me detecta algo en los hombros y en un pie. No se trata nada más de venir a bañarse; para ella, que aprendió a curar desde pequeña, la persona es un paciente y el temazcal una evocación del vientre materno. Por eso cuando se sale de allí se vuelve a nacer, sólo que esta vez ya se sabe a lo que le va tirando. Me unta una sustancia y me hace entrar al temazcal que huele a hierbas. Ella entra también y me “ramea”, me limpia mientras reza. Descanso. Antes de salir, me envuelve en la cobija y afuera me va destapando poco a poco para conservar el calor. Me indica que no deberé bañarme sino hasta el tercer día. Para terminar, me da una taza de caldo y un plato de nopales.
Exhausto, me duermo en el camino de regreso y sueño que voy caminando del Tepozteco al Valle de México. Al llegar, donde debía estar la Ciudad de México hay una laguna.
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Hay en el sitio pinturas rupestres no fechadas y una pirámide corona a su más insigne elevación y su contraparte católica, el convento de la Natividad de Nuestra Señora que es la más destacada de sus construcciones. Proliferan los grupos sufis y los practicantes del budismo tibetano que han encontrado aquí un lugar propicio para la meditación. Además, están las tradiciones –como el brinco del chinelo en vísperas del Miércoles de Ceniza–, los artesanos viejos y nuevos, algunos hoteles y restaurantes muy lujosos, así como buena cantidad de charlatanes, traficantes de la “buena onda” y asiduos del infinity chanel que afirman que en el Cerro del Vigilante hay un ovnipuerto. Ha cobrado actualidad la controversia del campo de golf y la lucha de Tepoztlán, que todavía enciende ciertos ánimos.
Es todo esto, pero es aún más lo que se quiere decir cuando se habla de que la gente de aquí se divide en tepoztecos y tepoztizos.
¿Cómo llegar a Tepoztlán?
Tepoztlán está al sur de la Ciudad de México por una desviación que hay poco antes de llegar a Cuernavaca por la carretera de cuota y que alrededor de diciembre se viste de blanco con las flores de los cazahuates. A lo largo del camino, se nos va viniendo encima el Tepozteco, el imponente cerro que hace las veces de una enorme muralla de formas caprichosas que resguarda al pueblo. ¡Visita uno de los lugares para fin de semana más relajantes que tiene cerca de la Ciudad de México!
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