José Moreno Villa y su Cornucopia de México
Octavio Paz decía que Moreno Villa era "poeta, pintor y crítico de arte: tres alas y una sola mirada de pájaro verderal".
Ya Alfonso Reyes había escrito que nuestro viajero ocupaba «un lugar eminente… junto a los demás que han ganado por derecho propio la ciudadanía en la historia mental de México… No es posible ojear sus libros sin sentirse tentado a darle las gracias al instante». Parte de esa corriente migratoria española que dejó atrás el franquismo y vino a refugiarse en México enriqueciendo de manera notable nuestra cultura nacional, fue el malagueño José Moreno Villa (1887-1955). De familia productora de vinos, con estudios de ingeniero químico, dejó todo eso por las letras y la pintura, si bien las artes plásticas fueron secundarias ante la literatura. Republicano y antifascista, a nuestro país llegó en 1937 y fue maestro en El Colegio de México. Verdadero polígrafo, hizo poesía, drama, crítica e historia del arte, periodismo y sobre todo ensayo. Destacaron sus dibujos y litografías y clasificó las obras artísticas y libros antiguos que se guardaban en desorden en las bodegas de la catedral metropolitana. Su libroCornucopia de Méxicorecoge diversos trabajos y fue publicado en 1940.
Octavio Paz decía que Moreno Villa era «poeta, pintor y crítico de arte: tres alas y una sola mirada de pájaro verderal». Ya Alfonso Reyes había escrito que nuestro viajero ocupaba «un lugar eminente… junto a los demás que han ganado por derecho propio la ciudadanía en la historia mental de México… No es posible ojear sus libros sin sentirse tentado a darle las gracias al instante».
En la capital del país conoció Moreno Villa una de las expresiones más dulces y delicadas de las tradiciones populares; «Topamos con el. hombre del pajarito de la suerte. la jaula triple, donde tenía a sus tres pájaros amaestrados, merecía una foto porque su forma, su color y adornos eran de un mexicanísimo agudo. Esta jaula, pintada de amarillo limón, pequeño mueble rococó, teatrito de singular arquitectura estaba cubierta con su pequeño dosel de terciopelo…”
En el mercado Sonora de La Merced capitalina, el escritor se asombraba ante las yerberas y su medicina tradicional: “ Un corredor del mercado parecía el templo de la magia, cubierto desde el suelo al techo con la más rica variedad de plantas aromáticas y medicinales que uno puede soñar, más algún camaleón vivo, algunas alas de murciélago y algunos cuernos de macho cabrío”.
Mucho disfrutó el viajero en una de nuestras más bellas ciudades: “Todo Guanajuato es una evocación de la España meridional. Los nombres de las calles y plazuelas, los colores y las formas de las casas, el pavimento, la luz, los espacios, las estrecheces, el aseo, los vericuetos, la sorpresa, los olores, el maceterío y el lento caminar. La gente misma.
Ese señor viejo que está sentado en un banco de la plazoleta silenciosa lo he visto en Écija, en Ronda, en Toledo. Siento ganas de preguntarle por Rosarito, Carmela o la cosecha de aceituna. No fuma tabaco rubio, sino negro. Parece que no está en la calle, sino en el patio de su casa. Conoce a todo transeúnte. Conoce hasta los pájaros que se posan en el árbol vecino».
En Puebla, el ilustre español compara favorablemente la arquitectura de esa ciudad: “EI azulejo poblano es de mejor gusto que el sevillano. No es rabioso ni estridente. Por esto no cansa. Puebla sabe, además, combinar este artículo decorativo en las fachadas barrocas con grandes superficies rojas y blancas…».
Y acerca de los camotes algo aprendemos: “Estos dulces los conozco desde mi lejana infancia malagueña. En Málaga se les llama rulitos de polvo de batata. No son tan largos, ni de tantos sabores. El sabor de limón es el único que se agrega allí al camote. Pero esto no establece una diferencia fundamental…».
Moreno Villa viajó por muchos lugares de México y su pluma nunca permaneció quieta. No está muy divulgada la etimología de esta toponimia: «¿Estoy en Guadalajara? ¿No será un sueño? En primer lugar, Guadalajara es un nombre árabe, y por lo tanto fuera de sitio. Wad-al-hajarah quiere decir valle de las piedras. No otra cosa es el suelo donde se asienta la ciudad española. Ella se llama, pues, así por algo más que un capricho, por algo consustancial y fundamental. En cambio, esta Guadalajara de México se asienta sobre terrenos blandos, llanos y ricos».
La curiosidad de Moreno Villa no tenía fronteras sociales, como buen intelectual que era: «El pulque tiene su templo, la pulquería, cosa que no tiene el mezcal ni el tequila. La pulquería es la tasca especializada en despachar pulque, y en la pulquería no entran más que los borrachos de ínfima clase. Resulta, pues; un templo que hace la selección al revés… Cuando llega uno al país le advierten que no le va a gustar (esa bebida)…El hecho es que lo bebí con cautela y que ni me pareció tan bravo ni tan desabrido. Más bien me supo a un agradable refresco».
Una de las principales sorpresas para los extranjeros que visitan nuestro país se enuncia en el título de este artículo de Moreno Villa: La muerte como elemento sin importancia: «Calaveras que comen los niños, esqueletos que sirven de recreo y hasta cochecitos fúnebres para encanto de la gente menuda. Ayer me despertaron con un llamado pan de muerto para que me desayunase. El ofrecimiento me produjo mala impresión, francamente, y aún después de saborear el bizcocho me rebelé contra el nombre. La fiesta de los muertos existe en España también, pero lo que no existe allá es la recreación con la muerte…En las banquetas o aceras, puestos de esqueletos de factura popular, hechos con maderitas o bejucos articulados con alambre y tachonados de lentejuelas claras y negras…Los muñecos macabros bailan apoyándolos en un cabello de mujer que se tiende disimuladamente de rodillas a rodilla”.