Juan José Arreola y su eterno amor a Sara
Conoce la intensa historia de amor plasmada en las cartas que Juan José Arreola escribía al amor de su vida: Sara
Juan José Arreola y su eterno amor a Sara
De las cartas escritas a su gran amor y del recuerdo que se traduce en el anhelo de volver a vivir, es que se crea un íntimo y profundo testimonio familiar.
Sara más amarás es el palíndromo que lleva por título el libro editado por Joaquín Mortiz que reúne las apasionadas epístolas que Juan José Arreola escribiera a su eterno amor: Sara.
Memoria de un amor
Este libro reúne y revive el recuerdo de un intenso amor. Crea puentes en la memoria familiar de sus compiladores Alonso y José María Arreola, nietos del escritor.
Las cartas nos contienen, nos transportan y reúnen. Son la herida de un recuerdo que se traslada de forma muy especial en el tiempo, siempre preparado para ser revivido. Resulta curiosa la historia creada alrededor de las epístolas íntimas escritas por Juan José Arreola y dedicadas a su amada Sara.
Alonso Arreola cuenta con cariñosa nostalgia el día que tuvo entre sus manos las cartas escritas por su abuelo. Fue una noche en la cocina de su casa en Zapotlán, Jalisco mientras ambos nietos tomaban chocolate caliente y hablaban de amor con su abuela, Sara, que sin decir nada se levantó de la mesa y fue a su recámara. A su regreso atesoraba entre los brazos un montón de papeles amarillentos de tiempo, que depositó frente a la curiosa mirada de sus nietos. Ambos comenzaron a descifrar los signos, a recorrer conmovedores pasajes de la historia de amor que precedía su existencia.
Justo cuando la lectura de las cartas se encontraba en el momento de mayor intensidad, apareció Juan José Arreola recargado en el marco de la puerta. Esto es lo que Alonso Arreola cuenta sobre aquel inesperado encuentro:
«Sorprendido ante nuestro estupor, diseccionó la escena: observó cada rostro, las cartas sobre la mesa, la actitud totémica de mi abuela (el único dique capaz de contener sus incendios).
«Muy bien», dijo tras un largo silencio. «Muy bien. Pueden leerlas. Pero…solo esta vez. No quiero que suceda nuevamente. Me voy. Buenas noches».
Travesía de los signos
Durante muchos años las cartas sufrieron una suerte de rehenes, pues Juan José las recuperaba de manos de su amada Sara recurriendo a simpáticas negociaciones de pasillo. Después eran recuperadas por su hija Claudia que debía emprender toda una misión de espionaje para dar con la correspondencia de sus padres. Así las cartas iban y venían hasta que por fortuna (tal vez no de Arreola) llegaron a manos de todos sus apasionados lectores.
Encuentro con el loco
Cuenta Sara Sánchez a sus nietos que conoció a Juan José en una salida de toros famosos durante un día de fiesta en Zapotlán. Con el recuerdo aún fresco del vestido que llevaba puesto narra cómo aquel joven se acerco a ella. En palabras de Sara esto es lo que sucedió en aquel primer encuentro con el loco de su vida:
«Quién sabe cuantas cosas me dijo…yo no le hice caso, me seguí caminando. Luego se me perdió mucho tiempo. Era la primera vez que lo veía».
El segundo encuentro sucedió en la puerta de la casa de Sara mientras esperaba con ansia la llegada de su hermana Bertha asomándose a la calle cada que escuchaba un auto acercarse, en uno de esos vistazos encontró que por la calle iba pasando Juan José.
«En eso iba pasando tu abuelo, y se detuvo y ya mero se metía a la casa. Quién sabe cuántas cosas dijo, y ya me metí. Dijo el rollo que echan todos los hombres, ya no me acuerdo, parecía hervor de olla. No’mbre, si hasta miedo le tenía, dije <<ay qué loco este>> y ya me metí. Pero no se fue, se quedó por ahí; y al rato me vuelvo a asomar porque oigo otro coche, dije <<ahora si ya vienen>>, me asomo y ahí estaba y se dejó venir y vuelta a esconderme; me metía pero pintando. Y así fue por días seguidos y no me podía pescar por nada, yo nomas lo veía y corría, me escondía».
Sara: un ser de otro mundo
Era una mujer recatada, no gustaba de las fotografías ni de aparecer en los medios públicos. La contraparte a la figura de Juan José; contenía el incendio feroz y constante que invadía al escritor, Sara era un río y Juan José refrescaba sus llamaradas internas en los ojos de aquella hermosa mujer.
Ella conocía al Juan José antes de la figura del maestro Arreola, aquel que poseía memoria de acero labrada con estrofas enteras, conocía al hombre dentro de la capa y el sombrero. Él vivía guiado por la intención de su vida: hacer algún día dichosa a su amada Sara.
Fragmentos de algunas cartas
- «¿Qué has puesto en tu recuerdo? Hay algo que te hace inolvidable. Conociéndote, ya no se puede vivir sin ti. Conociéndote como yo creo que empiezo a conocerte. ¿Sabes? pienso que una persona como tú puede hacerse amar toda la vida. Apenas la experiencia de todos los días puede satisfacer el afecto que tú me haces sentir. Estos días de ausencia me lo dicen».
- «Tú y yo hemos comprendido ya muchas cosas y no llevamos los ojos engañados. Ni un momento hemos dejado de ser lo que fuimos el primer día. Cerca o lejos de ti, trato de ser lo mejor posible. Quisiera que todo mis actos pudieran agradarte, que vieras en ellos la intención que en todas partes me guía: la de hacerte alguna vez dichosa».
- «…Y es que antes de volver a encontrarte ya tenía reservado para ti el lugar que ahora ocupas en mi vida. Ese vacío de mi corazón que nadie antes que ti, había podido llenar. Porque siento que al encontrarte a ti he hallado la mejor parte de mí mismo».
- «Hoy buscaré a tus hermanos para tener una noticia tuya, ojalá y sea esta: <<Sara llega mañana>>. Te recomiendo mucho tus ojos, debes traer los mismos que te llevaste porque me hacen mucha falta. Cuidado con olvidarlos en Tamazula».
- «Soy dichoso si pienso que un día tú y yo veremos juntos pasar la vida».