Kiteboarding en Colima
El regalo más especial de la naturaleza para Boca de Pascuales son sus olas, las cuales se consideran entre los mejores tubos del continente y sin duda los más largos de México.
Dicen por ahí que se forman olas tan profundas… que la luz del día no es visible al final del rugiente túnel. Es por eso que lo elegimos para nuestro siguiente reto. Habíamos recibido una invitación del buen Sean Farley para ir a “kitear” a Colima, es decir, en mi caso a aprender a usar el kite. Yo pensaba que la oferta era para uno de estos días, así es que propuse la siguiente semana. “¿Qué?, no flaquita, la onda es jalar ahorita, es para este fin de semana, pues el viento no espera”, dijo mi marido, antes de subir sus maletas al auto.
No te andes por las ramas…
“Atotonilco, tu cielo…” La alegre tonadita retumbaba en mi mente cuando pasamos por ahí, y eso es todo lo que recuerdo de la ida antes de caer en brazos de Morfeo. Más tarde, llegamos a Colima e hicimos contacto con nuestro anfitrión Sean Farley, oriundo de esta bella ciudad. El kitesurfing es su pasión, tanto que, a sus escasos 19 años es campeón nacional de estilo libre (existe sólo una categoría en México) y campeón mundial por equipos de este deporte. También es un campeón en hospitalidad ya que nos recibió en su casa. Esa noche, después de darnos un buen baño, fuimos a cenar al centro. El merendero al que fuimos era muy concurrido, por lo que tuvimos que esperar para poder saborear las deliciosas tostadas de pollo, tacos dorados de carne y sopecitos típicos del lugar, espera que les aseguro valió la pena. Ahí Sean nos platicó de lo feliz que es viviendo aquí, de la tranquilidad de sus calles, y de lo mucho que hay que ver en los alrededores, pero en lo que más hizo hincapié, fue en el poder del viento y en las legendarias olas que dan fama a las playas de Tecomán, a las que se va a practicar el kitesurf a la menor provocación.
Sobre las olas…
Al día siguiente despertamos, comimos plátanos deshidratados –muy ricos–, tomamos café de la región –buenísimo– y nos fuimos rumbo a Tecomán para llegar hasta Boca de Pascuales. Saliendo de Colima, tomamos la autopista 54 y unos 40 kilómetros adelante, entramos a la carretera federal 200, que nos llevó a Tecomán, en donde pudimos apreciar una monumental escultura del virtuoso Sebastián que se titula El árbol de la vida o El limonero, de 110 toneladas y 30 metros de altura. Es un homenaje a los productores de limón de la región, la cual se conoce como la “Capital Mundial del Limón”, ya que en los años sesenta, era el lugar con la mayor superficie de cultivo de este fruto en el mundo. Ahí encontramos la desviación hacia Boca de Pascuales y recorrimos aproximadamente 12 kilómetros para encontramos, al fin,
frente a frente con las majestuosas olas.
El rugir del mar, el poder de su voz y un mensajero incansable
Boca de Pascuales es el sueño hecho realidad de cualquier amante del surf y del kitesurf. Aquí las gigantescas olas revientan haciendo rugir al mar como pregonando su poder, mientras que el viento sopla fuerte y sin descanso. Y es justamente este poderío lo que atrae a hombres y mujeres de todo el mundo que vienen con su tabla bajo el brazo, en busca de retos extremos. Pero estas condiciones de ensueño no son recomendables para principiantes, ya que entrar a estas aguas requiere de un dominio total del papalote y de la tabla. Por el contrario, los esteros de la región son un edén para los principiantes o para quienes practican trucos muy extremos y necesitan aguas para no batallar.
Kiteboarding, despliegue de fuerza, valentía y habilidad
Al verme tan emocionada con la idea de surcar por los aires, Sean me aclaró que aunque en este deporte no hay reglas y sólo necesitas de la fuerza del viento para emprender el vuelo sobre las olas, debes tener muy claro que el poder de la naturaleza es indomable y la única forma de salir vivo cuando juegas con ella, es integrarte a su fuerza, seguir su ritmo y saber manejar tu equipo.
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