Misión de Bucareli, una joya abandonada en la Sierra Gorda (Queretaro) - México Desconocido
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Misión de Bucareli, una joya abandonada en la Sierra Gorda (Queretaro)

Querétaro
Misión de Bucareli, una joya abandonada en la Sierra Gorda (Queretaro) fifu

En la parte media de la República, la Sierra Madre Oriental se ramifica atravesando parte del estado de Querétaro, y forma lo que se conoce como la Sierra Gorda. sumergida en esta abrupta y exuberante naturaleza se esconde la Misión de Bucareli, vestigio de nuestra historia a punto de desaparecer.

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En la parte media de la República, la Sierra Madre Oriental se ramifica atravesando parte del estado de Querétaro, y forma lo que se conoce como la Sierra Gorda. sumergida en esta abrupta y exuberante naturaleza se esconde la Misión de Bucareli, vestigio de nuestra historia a punto de desaparecer.

Alentados con la idea de conocerla comenzamos el arduo y largo recorrido. Ante nosotros se presentaba una majestuosa y contrastante vegetación que abarca desde las zonas boscosas semitropicales hasta las casi desérticas. Los poblados de Ezequiel Montes, Cadereyta y Vizarrón nos iban marcando el inicio de la sierra.

El primer pueblo que tocamos fue Vizarrón. Algo que llama la atención en él, es que las fachadas de las casas que son de cantera y mármol, lo cual les da un aspecto singular de «pequeños castillos». También en las calles han cantera y mármol, pues este tipo de materiales, que en otros pueblos o ciudades pueden parecer un lujo, es muy común debido a que en gran parte de la zona hay minas de granito, mármol, marmolina y cantera.

El camino a Jalpan, difícil por las numerosas curvas entre precipicios y montañas, nos acercaba poco a poco al punto que cautivaba nuestro interés.

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En Jalpan fue necesario adquirir combustible de reserva, pues en un lugar tan apartado resulta casi imposible abastecerse. Disfrutábamos del fresco atardecer y los rayos de sol, cuando de pronto ante nuestros ojos se presentó un espectáculo bellísimo: la neblina comenzó a cubrir las montañas poco a poco, dándoles el aspecto de islas que «navegaban» entre varias tonalidades de azul; incluso el viento parecía mecer la neblina sobre la cima, como si se tratara del mar azotando las costas de una isla.

Hubiésemos podido permanecer horas contemplando aquel espectáculo único, pero debíamos tomar precauciones y continuar el recorrido con la luz del sol, ya que, es muy peligroso transitar por esos parajes en la total oscuridad.

LA PUERTA DEL CIELO, FRONTERA A LO DESCONOCIDO

Después de un rato de camino cruzamos «la puerta del cielo», un acceso entre las montañas para bajar a Bucareli, denominada así porque es una parte en donde sólo se ve el azul del cielo, marcando la frontera del camino con lo desconocido. Durante el descenso, Rubén y Pedro, dos de nuestros compañeros, decidieron recorrer lo que restaba en bicicleta, ya que el lugar es propio para los que gustan del ciclismo de montaña.

Tres horas de caminata y llegamos a un punto donde el paisaje es impresionante: hacia arriba, las montañas, aproximadamente de 300 m de altura, y hacia abajo, en la profundidad de un abismo de casi 200 m, el río con su imperturbable susurro corre suavemente.

Con la luz del atardecer la vegetación adquiere tonos rojizos, un mágico panorama que parecía dibujado por las manos del Creador: montañas tapizadas de arbustos y abajo árboles frondosos. En tan sublime belleza, no se puede dejar de pensar en la pequeñez del ser humano y en lo grande que es la naturaleza, la cual, desafortunadamente estamos destruyendo. En esos momentos recordé parte de un poema de Rubén C. Navarro que dice:

…la tarde se nos muere,su agonía sangrientade crepúsculo heridonos duele más que a ella.

LLEGADA A BUCARELI. REMEMBRANZA DEL PASADO

Después de siete horas de viaje, o quizá más, casi extenuados pero con el ánimo muy en alto, llegamos a Bucareli; en penumbra cruzamos lo que podría ser una plaza y una iglesia pequeña, y no en lo alto del poblado, divisamos la misión franciscana de Bucareli.

Con la luz de la luna recorrimos parte de la misión que aun en la semioscuridad resultaba excelsa; un nativo de los alrededores nos sorprendió de pronto con su presencia (pensábamos que no estaba al cuidado de la misión, pidiéndonos que registráramos nuestra llegada en un cuaderno para ese fin.

Le comentamos que haríamos un recorrido por el lugar al día siguiente y le pedimos que nos auxiliara. Lo que quedaba por hacer esa noche era buscar dónde acampar, descansar del largo viaje y esperar con impaciencia la llegada del sol.

Una vez colocadas las casas de campaña, disfrutamos de un cielo transparente cubierto de estrellas y de un aire fresco y puro que llevaba a la reflexión, como tal vez lo hicieron los franciscanos.

ASOMBROSO DESPERTAR

Al despertar no podíamos dar crédito al cuadro magnífico que se presentaba ante nosotros. Allí, enmarcada por el cielo y las montañas, estaba la misión de Bucareli, grandiosa, llena de historia: nuestro reto.

Envueltos en un ambiente místico empezamos el recorrido por los alrededores, esperando sólo unos minutos para que llegara don Francisco García Aguilar, a quien agradecemos su valiosa ayuda.

El señor García, nos condujo por los que fueron los dormitorios, los patios, el comedor y la cocina, hablamos en pasado porque poco a poco queda de ellos. Al frente, del lado izquierdo, se encuentra una iglesia sin techos, puertas ni pisos, debido a los estragos de la Revolución; en la entrada vemos unas víctimas de las inclemencias del tiempo: varias campanas de cobre a punto de desmoronarse.

La construcción de la misión data aproximadamente del año 1797; es abandonada por primera vez en 1914, en la época de Carranza, quedando inconclusa la enorme iglesia. En 1917 se continúa su construcción, pero se suspende definitivamente en 1926, cuando la persecución de Calles. Lo mismo sucedió con lo que fuera la morada de los franciscanos

MOTIVO DE LA MISIÓN

La razón para construir una misión en medio de esta apartada sierra fue la evangelización de algunos grupos indígenas, entre otros, los chichimecas. Del lado derecho de la construcción se encuentran, en torno a una jardín, lo que fueron los dormitorios de los padres franciscanos, sin techos y con muros de unos 5 m de altura, designados cada uno con una letra 8 de la A a la R). En ese mismo lado se localiza el comedor, el cual, debido al paso del tiempo, consta sólo de unas tablas alrededor, a manera de banquillo. En la cocina, el humo y el hollín en las paredes son testimonio de la actividad de la misión casi dos siglos atrás. Algo peculiar en ella es una pequeña ventana que en aquel tiempo tenía un mueble giratorio para pasar los alimentos al comedor, evitando cualquier contacto de los estudiantes con los cocineros.

Los dormitorios de los seminaristas, ahora prácticamente destruidos, se encuentran al fondo de la construcción rodeando un jardín que tiene una fuente en el centro y algunas flores y plantas; se presume que la misión llegó a albergar a 150 seminaristas y 40 sacerdotes franciscanos.

Hay quien dice que se perciben sensaciones por el alma de las cosas; antes de nuestro paso por la misión, pensábamos que esta experiencia era producto de la imaginación; sin embargo, hoy podemos decir que en ese ambiente de paz y remanso del espíritu, quizás haya alguna leyenda encriptada en sus paredes, impregnadas igualmente de las vivencias de aquellos místicos seres.

Dentro de la misión existe una pequeña capilla en donde algunas veces se celebra misa, gracias a que los nativos de poblaciones aledañas llevan a un sacerdote, principalmente el 4 de octubre que es cuando se conmemora a San Francisco de Asís. La capilla tiene sólo unas cuantas bancas rústicas de madera, mesas pequeñas, imágenes y varias figuras: San Francisco, San José, una virgen y un Cristo Negro, este último algo poco común en aquella época; en el techo se perciben, borrosas por el paso de los años, pinturas de ángeles.

Era tal la quietud y paz de ese lugar que podíamos escuchar la respiración de nuestros compañeros, al igual que sus pasos sobre el piso de ladrillo. Dentro descansan los restos de algunas de las personas que dieron seguimiento a la edificación de la iglesia que nunca concluyó, como los del señor Emeterio Ávila, quien murió construyendo la misión, y los de Mariano Aguilera, fallecido el 31 de julio de 1877.

Hubiésemos querido que las paredes nos contaran la historia de la misión y verla como en una de esas viejas películas que algunas veces solemos disfrutar; pero como es imposible, tratamos de indagar algunos hechos por los objetos que ahí se encuentran: un confesionario, velas y otros objetos, algunos de los cuales ya hemos descrito.

Cuando los franciscanos abandonaron el lugar, se llevaron consigo actas, diarios y su esperanza de evangelizar aquellas tierras. Unos 25 años atrás, quizá más, la misión tuvo un huésped franciscano, Francisco Miracle, que medio restauró la cocina y mandó construir 5 km de brecha por aquellos lugares. Actualmente esta edificación permanece abandonada casi por completo, y sólo el señor Francisco García la visita eventualmente y le da un poco de mantenimiento dentro de sus escasas posibilidades.

INDICIO DE VIDA FRANCISCANA

En una de las habitaciones hay un indicio más de la vida que llevaban los franciscanos. Se trata de algunos libros, «verdaderas joyas», revistas y fotos, que muy probablemente formaron parte de la biblioteca. Una de las fotografías tiene esta leyenda:

…dedico este humilde recuerdo al muy r.p. guardián de Bucareli: fray Isidoro M. Ávila en testimonio de alto aprecio y como signo de haber sido compañero de estudio y en la administración de la Parroquia de Escanela San José Amoles, enero 17 de 1913.

Vicente Alemán.

Las historias jamás conocidas, las paredes a punto de caer y los sueños desplomados de los franciscanos quedaron atrás en unas horas, pero no sin dejar en nosotros una profunda tristeza debido a la impotencia para rescatar lo que amenaza perderse entre las montañas. Quienes podrían poblar aquel lugar emigran porque no hay tierras para la agricultura y los pocos cultivos que pudieran darse son invadidos por plagas. No obstante, habíamos logrado nuestro objetivo, y esto dejaba en nosotros una sensación inolvidable. «En verdad, para entender nuestro presente, debemos conocer el pasado, y para conocerlo debemos cuidar lo que de él queda.»

Emprendimos el regreso, ahora por San Joaquín, cruzando antes un río. El ascenso fue difícil pero no por ello menos hermoso que el descenso. Poco a poco la misión quedaba en la lejanía y desde arriba se percibía como un diminuto punto en la inmensidad.

SI USTED VA A LA MISIÓN DE BUCARELI

Tendrá que internarse en la Sierra Gorda.

Desde San Juan del Río tome la carretera núm. 120 hacia Cadereyta. Continúe por ésta rumbo a Jalpan y desvíese en la Culata hacia San Joaquín.

Ahí tome el camino que lleva al poblado de Bucareli, desde donde sale una brecha que lo conducirá hasta la Misión.

Fuente: México desconocido No. 229 / marzo 1996

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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