El fascinante Monasterio de Santa María de la Resurrección
El Monasterio de Santa María Ahuacatitlán es el testimonio de una época donde se buscó cambiar a la iglesia católica e introducirla a nuevos horizontes teológicos, psicológicos y arquitectónicos.
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Los años sesenta fueron un parteaguas en la historia contemporánea de México y el mundo. Fue una década de cambios vertiginosos y ni siquiera la iglesia católica fue ajena a ellos. El culmen de la oleada de transformaciones en esa institución religiosa fue el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965. Sin embargo, pocos años antes en Morelos, ya se vivía una verdadera revolución eclesial en un recinto benedictino. Se trataba del Monasterio de Santa María de la Resurrección.
Lemercier y la fundación del Monasterio de Santa María de la Resurrección
El Monasterio de Nuestra Señora Santa María de la Resurrección fue fundado en 1950, en Santa María Ahuacatitlán, un poblado del municipio de Cuernavaca, Morelos. Su establecimiento fue realizado por Gregorio Lemercier, un monje benedictino de origen belga.
Aquél religioso nació en Lieja, Bélgica, el 1° de diciembre de 1912. Se ordenó a los 16 años en la ancestral Orden de San Benito, fundada en el año 529 d.C (algunas décadas después del fin del Imperio Romano Occidental). Permaneció en la abadía de Mont César entre 1932 y 1939, donde conoció al mexicano Ignacio Romero Vargas, miembro también de los benedictinos. Ambos idearon la construcción de un monasterio en México, proyecto que fue aprobado en su abadía.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 (en la cual Lemercier fue prisionero), el monje belga llegó hasta la Ciudad de México con el propósito de fundar el monasterio. La orden benedictina mexicana le autorizó iniciar la construcción del recinto, en el ya mencionado sitio del municipio de la capital morelense.
Revolución religiosa y psicoanálisis en el monasterio
La relevancia del Monasterio de Santa María de la Resurrección reside en la orientación que le dio Lemercier siendo su abad. Con el apoyo del célebre obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, aplicó reformas litúrgicas bastante novedosas. Una de ellas fue celebrar sus misas completamente en español y no en latín, como todavía se estilaba en la época. Además, se incentivó el conocimiento de las escrituras y sus oraciones, viendo en ello una mejor forma de aproximarse a la experiencia de Dios.
Tal vez lo más escandaloso para aquellos tiempos, fue que con el respaldo del primado de la orden benedictina, el abad Lemercier decidió usar la terapia psicoanalítica para tratar a la comunidad del monasterio, dado el detrimento de su bienestar psíquico en medio del aislamiento religioso.
En 1961, los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, Frida Zmud y Gustavo Quevedo, llegaron a Santa María de la Resurrección con la tarea de aplicar sus conocimientos con los monjes. Debían ayudarlos con cuestiones como la homosexualidad reprimida de varios de ellos o las dudas que otros tenían sobre su vocación religiosa.
Con todo ello se buscaba auxiliar a los benedictinos de aquél recinto, a fin de mejorar su salud mental más allá del consuelo de la confesión, así como para que desarrollaran un entendimiento integral de sus emociones, su sexualidad y su fe.
El escándalo y la crisis
En el Vaticano, al tener noticias de que el Monasterio de Santa María de la Resurrección se estaba volviendo un «manicomio», la Sagrada Congregación del Santo Oficio (actualmente el Dicasterio para la Doctrina de la Fe) tomó cartas en el asunto. Se ordenó detener el ejercicio del psicoanálisis en el recinto monacal de Ahuacatitlán y llamaron a Lemercier a juicio.
Hubo un revuelo mediático con el caso. La sentencia emitida para Lemercier fue simple y menos severa de lo que se esperaría: debía abandonar el ejercicio del psicoanálisis dentro y fuera del monasterio. Entonces el abad dio un paso más allá: renunció al ministerio religioso el 12 de junio de 1967, ya que estaba en desacuerdo con la postura contraria al psicoanálisis por parte del Vaticano. La comunidad del monasterio lo acompañó abandonando también a la orden, pero no a su fe. Tiempo después, el belga se casó. Fundó en México el Centro Psicoanalítico Emaús, donde este enfoque y lo religioso convivieron. Finalmente, fallecería en el año de 1987.
La importancia arquitectónica del Monasterio de Santa María de la Resurrección
Una parte integral de los cambios que promovió Gregorio Lemercier fue la de la celebración litúrgica y sus espacios. Para ello, contó con la inestimable colaboración del célebre arquitecto y monje benedictino, fray Gabriel Chávez de la Mora, quien también formó parte de la vida de Santa María de la Resurrección.
El monje arquitecto construyó en el monasterio una capilla circular, en la cual se celebraban las misas. La idea era bastante revolucionaria, ya que proponía que el sacerdote se ubicara en medio de los asistentes a la misa y no al frente de ellos en un espacio curvilíneo, estableciendo una integración horizontal entre Dios, el religioso y la feligresía. Esto sería retomado por Chávez de la Mora en proyectos tan trascendentes como lo es el interior de la Basílica de la Virgen de Guadalupe, en la Ciudad de México.
Por el valor arquitectónico del Monasterio de Santa María de la Resurrección, el inmueble forma parte del catálogo del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL). Sin embargo, después de las disputas legales entre la Diócesis de Cuernavaca y la viuda de Lemercier, así como la muerte de ésta, el espacio se encuentra en el completo abandono y deterioro. Por ello, especialistas como la arquitecta Josefina Miranda Arambula o el historiador del arte Enrique de Anda, han llamado en diferentes ocasiones a su rescate, restauración y uso como espacio comunitario para las artes.
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