El origen de parangaricutirimicuaro y la iglesia sumergida en lava de San Juan de Parangaricutiro, Michoacán
Conoce la relación que existe entre parangaricutirimicuaro, el famoso trabalenguas, la erupción del volcán Paricutín y el éxodo que vivió San Juan de Parangaricutiro.
Parangaricutirimicuaro es parte de un trabalenguas cuyo origen se encuentra en la historia de San Juan de Parangaricutiro, en Michoacán, cuando el nacimiento de un volcán dio fin a todo un pueblo.
Parangaricutirimicuaro es un divertido juego de palabras que se convirtió en un famoso trabalenguas en español, aquí en México. ¿Lo conoces? Esta palabra tiene su origen en uno de los sucesos geológicos más importantes del siglo pasado y que aconteció en Michoacán, México.
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Michoacán es un estado con sus propias culturas, idiomas e historias que, como suele pasar en México, rayan en lo fantástico y siempre dejan efectos visibles en la vida de sus comunidades.
Conoce la historia de San Juan de Parangaricutiro, un poblado purépecha que encontró su final tras el nacimiento del volcán Paricutín, uno de los volcanes más jóvenes del mundo.
Recorre a través de imágenes las ruinas del Templo del Señor de los Milagros, la iglesia del antiguo pueblo y el único edificio que sigue en pie, sumergida en lava del volcán.
Además, lee lo que José Revueltas, famoso escritor y activista político mexicano, escribió acerca del Paricutín a 40 días de su erupción.
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Conoce la historia del pueblo viejo de San Juan de Parangaricutiro y su renacimiento, el testimonio de un campesino que vio nacer al volcán Paricutín y el significado de parangaricutirimicuaro, a continuación.
El nacimiento del volcán Paricutín y el testimonio de un campesino
Eran alrededor de las 4 de la tarde del 20 de febrero de 1943, Dionisio Pulido estaba en el campo trabajando, cuando de pronto, la tierra comenzó a temblar y tronar bajo sus pies.
Los árboles se sacudían intensamente y Dionisio vio como una grieta comenzó a abrirse en el piso. La tierra se alzó frente a sus ojos, enormes paredes de roca comenzaron a emerger de las entrañas del planeta.
Olor a azufre, ceniza, fuego, humo y rocas que salían despedidas desde el centro de la tierra rodeaban a Dionisio, que no podía creer lo que estaba sucediendo: El volcán Paricutín estaba naciendo ante sus ojos.
Asustado como nunca en su vida, Dionisio se vio confundido en medio de tan infernal escena. Armado tan solo con su fe, clamó auxilio al Señor de los Milagros, el santo patrono de su pueblo.
El campesino cuenta que fue entonces cuando su miedo desapareció, lo que aclaró su mente para actuar.
Recordó que días atrás, el agua dejó de llegar (pensaron que era debido a extrañas grietas que habían aparecido a lo largo del territorio) y ahora llevaban a los animales al pueblo, en busca de agua.
Salió a todo galope sobre su yegua para encontrarse con su familia y amigos en el pueblo de Paricutín, quienes lo recibieron emocionados, pues pensaron que no volverían a verlo nunca.
Parangaricutirimicuaro te espera más adelante, detente en Capula, Michoacán y adéntrate en su psicodelia artesanal.
San Juan de Parangaricutiro, el pueblo que se negó a morir
San Juan de Parangaricutiro, en Michoacán, es el lugar de origen de la palabra parangaricutirimicuaro.
Se cree que parangaricutiro quiere decir “pequeño” y para otros quiere decir “mesa” el significado de la palabra parangari.
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Es un pueblo de origen purépecha fundado entre 1530 y 1535 junto a otras comunidades alrededor del Tancítaro, estado michoacano localizado al oeste, al pie del volcán Tancítaro.
Los fundadores fueron fray Juan de San Miguel y Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel, sobre un pequeño llano al sur de Angahuan, al este de Zirosto y cerca de Sacán, todos poblados aledaños.
San Juan de Parangaricutiro era un pueblo donde el comercio, la agricultura y el aprovechamiento de la madera eran las principales fuentes de ingresos, pero todo cambió cuando nació el Volcán Paricutín.
El testimonio de Dionisio y varios avistamientos de sucesos extraños en la tierra fueron suficiente para tomar acción y empezar a evacuar los habitantes de San Juan de Parangaricutiro, Paricutín, Santa Ana Zirosto y otras pequeñas comunidades que lograron sobrevivir.
Con los ojos del mundo encima pero con muy poca ayuda, los habitantes de San Juan de Parangaricutiro emprendieron un éxodo desde sus hogares hasta la ex-hacienda de Los Conejos.
Caminaron 33 kilómetros, del 10 al 23 de mayo de 1944, llevándose las pocas pertenencias que pudieron rescatar.
Con profundo dolor por lo que perdieron pero con mucha fe, llevaban la imagen de su santo patrono al frente de su peregrinación.
La lava recorrió 10 kilómetros borrando del mapa el pueblo de Paricutín y San Juan de Parangaricutiro.
¡Conoce la tierra del molcajete en Michoacán aquí y la relación entre Parangaricutiro, Paricutín y parangaricutirimicuaro, a continuación!
El volcán Paricutín tiene una altura de 2,800 metros, con 79 años es uno de los más jóvenes del mundo, estuvo activo por 9 años y el Templo del Señor de los Milagros, iglesia principal de San Juan Parangaricutiro, fue lo único que sobrevivió a la furia de la lava.
Nuevo San Juan Parangaricutiro y el Templo del Señor de los Milagros
El pueblo que fue consumido por la furia del Paricutín encontró un nuevo hogar en la ex-hacienda Los Conejos y se convirtió en Nuevo San Juan Parangaricutiro el 12 de Mayo de 1949.
En 2020, el INEGI contó una población de 16,745 habitantes en Nuevo San Juan Parangaricutiro, conocido como “el pueblo que se negó a morir” por los miles de turistas que año tras año lo visitan para atestiguar con sus propios ojos los estragos del volcán que arrasó con todo.
El templo del Señor de los Milagros es la única edificación que sobrevive del pueblo viejo y puede ser visitado, conocer esta iglesia es una experiencia única, entre la furia de la naturaleza y la belleza de la arquitectura del único templo en México y el mundo que se encuentra bajo la lava, aún cálida, del Paricutín.
El trabalenguas y significado de parangaricutirimicuaro
La palabra parangaricutirimicuaro tiene su origen en el nombre del volcán Paricutín y Parangaricutiro, el nombre del poblado.
“Parangaricutirimicuaro” como tal, surge de una muy graciosa e interesante deformación de ambos nombres, conservando las silabas similares entre ambos y agregándole el «cuaro», terminación con la que se identificaba a los lugares.
La confusión de nombres se volvió popular gracias a los turistas que visitaban la región para ver y escuchar de primera mano los estragos que ocasionó el volcán Paricutín.
La historia y el desatinado pero divertido nombre “Parangaricutirimicuaro” se convirtió en un clásico trabalenguas que podrás encontrar a continuación:
“Parangaricutirimicuaro se quiere desparangaricutirimicuarizar, el que lo desparangaricutirimicuarice un gran desparangaricutirimicuarizador será”
Algunas versiones señalan a parangaricutirimicuaro como un lugar, otras como el nombre del volcán e incluso como el nombre de un rey.
También existen derivaciones del trabalenguas original ¿Te animas a recitarlos sin fallar?
En el cerro de parangaricutirimicuaro mataron a un parangaricutirimicuador quien me lo desparangaricutirimicuarice será un gran desemparangaricutirimicuador.
Al lago de parangaricutirimicuaro lo quieren desparangaricutirimicuar el quien lo desparangaricutirimiricuere será el gran desparangaricutimicuador.
Conoce al lirio azteca, la flor mexicana que renació de las cenizas en Morelia, Michoacán.
Un sudario negro sobre el paisaje, la visión del Paracutín de José Revueltas
El escritor, revolucionario y activista político mexicano, José Revueltas, escribió acerca de San Juan de Parangaricutiro 40 días después de la erupción del volcán.
El escritor narra en “Visión del Paricutín. Un sudario negro sobre el paisaje” los efectos que el nacimiento del volcán tuvo en la vida de Dionisio y los habitantes del pueblo.
Lee “Visión del Paricutín. Un sudario negro sobre el paisaje”, a continuación:
Dionisio Pulido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada.
Tiene, para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra; tiene sus manos, totalmente sucias, pobres hoy, para labrar, ahí donde encuentre abrigo.
Solo eso tiene: su cuerpo desmedrado, su alma llena de polvo, cubierta de negra ceniza. El cuiyútziro —águila, quiere decir en tarasco—, que fuera terreno labrantío y además de su propiedad, hoy no existe; su antiguo «plan» de fina y buena tierra ha muerto bajo la arena, bajo el fuego del pequeño y hermoso monstruo volcánico.
Todavía hoy Pulido vive en su miserable casucha de Paricutín, el desolado, espantoso pueblecito. Es propietario de un volcán; no es dueño de nada más en el mundo.
Como él, como este propietario absurdo, hay otros miles más, sobre la vasta región estéril de la tierra asolada por la impiadosa geología.
He visto a uno, ebrio, muerto en vida, borracho tal vez no sólo de charanda, sino de algo intenso y doloroso, de orfandad llorando como no es posible que lloren sino los animales.
Estaba en lo alto de una pequeña meseta de arena, frente al humeante Paricutín, y de la garganta le salía el tarasco hecho lágrimas.
«Era así», dijo en español, a tiempo que, vacilante, indicaba con sus dos sucias manos una dimensión: «así, de cinco medidas, mi tierrita…»
Inclinóse, sentado como estaba para humillar su negra frente sobre la monstruosa tierra. Luego, al mirar a los que observábamos, volvió el rostro, invadido por agresiva ternura.
Se dirigió a otro hombre, tarasco como él, que ahí mismo, en lo alto de la meseta, vende refrescos y cervezas a los visitantes. «Sírveles una cerveza a los señores», dijo como en un lamento suplicante.
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Ya nosotros
—No me vayan a hacer menos, patronatos. Tómensela por favor— y su ternura era la misma, contradictoria, extraña y colérica.
La «tierrita» de este hombre, tierrita pequeña, como un hijo, fue cubierta también por la inexorable ceniza del volcán.
He visto los ojos de las gentes de San Juan Parangaricutiro, de Santiago, de Sacan, de Angagua, de San Pedro, y todos ellos tienen un terrible, siniestro y tristísimo color rojo.
Parecen como ojos de gente perseguida, o como de gente que veló durante noches interminables a un cadáver grande, espeso, material y lleno de extensión.
O como de gente que ha llorado tanto. Rojos, llenos de una rabia humilde, de una furia sin esperanza y sin enemigo.
Dicen que es por la arena, el impalpable y adverso elemento que penetra por entre los párpados, irritando la conjuntiva. Quién sabe. Creo que nadie lo puede saber.
Sobre el paisaje ha caído la negra nieve. Sobre el paisaje y la semilla. Aquello en torno del volcán es únicamente el pavor de un mundo solitario y acabado.
Las casas están vacías y sin una voz, y por entre sus rendijas penetra la arena obstinada, para acumularse ciegamente.
Tampoco hay pisadas ya. Nada vivo en la naturaleza, en torno del volcán, sino algunos torpes pájaros de plomo, que vuelan con angustia y asombro, tropezando con las ramas del alto bosque funeral.
Explotábase antes la resina de los árboles. Al pie del corte practicado en el tronco, se colocaba un recipiente de barro sobre el cual escurría la aromada savia.
Hoy rebosan negra arena los pobres recipientes y los árboles generosos mueren poco a poco, sin respiración.
Paricutín, el pueblecito, está solo y apenas unas cuantas sombras vagan por sus calles en desorden.
En tarasco su nombre quiere decir «a un lado del camino», «en aquel lado».
Ahora está verdaderamente «a un lado del camino». ¿Cómo se diría en tarasco «al otro lado», al lado de la vida?
…Éste —se me ocurrió— es México, sombra, luz, desaliento y esperanza; se precipita, como la tierra cuando se acomoda, en formaciones sísmicas, terribles, sangrientas, oscuramente nobles y plenas de dignidad interior.
Revueltas, José. 1996. Visión del Paricutín. Un sudario negro bajo el paisaje. Ciencias, núm. 41, enero-marzo, pp. 69. En línea.