El Plan del Zapote: Cuando el fuego de la revolución ardió en Guerrero
Conoce el Plan del Zapote, evento histórico del estado de Guerrero que fue precursor al movimiento armado de la Revolución Mexicana.
El Plan del Zapote fue un suceso histórico que aconteció en Mochitlán, Guerrero; donde personajes de la Revolución Mexicana como Porfirio Díaz avivaron el fuego que se convertiría en el movimiento armado de 1910.
La promulgación del Plan del Zapote es un hecho histórico originario de Mochitlán, Guerrero; nueve años antes de la Revolución Mexicana, durante el mes de abril de 1901.
La inconformidad con la imposición del entonces presidente Porfirio Díaz llevó al pueblo a reclamar sus libertades políticas, lo que culminó en un brutal enfrentamiento armado y la pérdida de vidas inocentes.
¿Victoria o derrota? Lo que queda claro es que el Plan del Zapote fue una llama más de las muchas que comenzaban a brotar en todo México y que más tarde se convertirían en el fuego de la Revolución.
El Plan del Zapote tiene como protagonistas a Eusebio Santamaría Almonte y Rafael del Castillo Calderón. Conoce sus historias y el papel que jugaron contra el régimen de Porfirio Díaz.
Eusebio Santamaría Almonte, bisnieto de José María Morelos y Pavón
Para comprender mejor la historia del Plan del Zapote, hay que conocer a sus personajes principales. Eusebio Santamaría Almonte nació el 8 de mayo de 1869, fue médico, poeta y valiente defensor del estado de Guerrero.
Santamaría Almonte era parte de un linaje de guerreros que pelearon por las libertades del pueblo de México. Para comprender de dónde viene su sed de justicia hay que regresar a los tiempos del generalísimo José María Morelos y Pavón, su bisabuelo.
El Siervo de la Nación se instaló un tiempo en Carácuaro, Michoacán; donde tuvo varios hijos con doña Brígida Almonte. Dos de sus hijos, Juan Nepomuceno y Eligio Almonte, siguieron los pasos militares de su padre desde muy pequeños; llegando a ser generales.
La Revolución Mexicana, una lucha por justicia y libertad.
Juan Nepomuceno Almonte se separó de la guerra de independencia al ser enviado a Estados Unidos en 1814, mientras que Eligio siguió luchando a lado de Vicente Guerrero en Tierra Caliente, aún después de la muerte de Morelos.
Eligio Almonte tuvo una hija, Martina Almonte; quien se casó con Rafael Santamaría en Cutzamala y tuvieron a Eusebio, Severo y Tránsito Santamaría Almonte.
Eusebio Santamaría Almonte fue un excelente alumno y tuvo la oportunidad de cursar la preparatoria en Chilpancingo, donde se graduó como un gran orador y poeta, además de alumno ejemplar. Durante su juventud formó parte de varios periódicos y revistas de tintes políticos.
Santamaría Almonte creció en el Porfirismo, por lo que tomó camino hacia la Ciudad de México en busca de ser abogado y así poder combatir de alguna manera a Porfirio Díaz, plan que cambió por estudiar medicina y así aliviar la ceguera de la que sufría su tía Mercedes.
¿Cómo contribuyó Eusebio Santamaría Almonte al Plan del Zapote? Descúbrelo a continuación.
La oportunidad de combatir al régimen porfirista con sus dotes en el discurso y la oratoria llegaría al fundar el periódico El Eco del Sur en Cuautla; donde junto a personajes como Rafael del Castillo Calderón, denunciaban los actos que el gobernador de Guerrero, Antonio Mercenario, cometía contra el pueblo.
Rafael del Castillo calderón y su papel en el Plan del Zapote
Rafael del Castillo Calderón nació el 20 de febrero de 1857, en San Antonio de la Gavia, que pertenece a San Miguel Totolapan, en el estado de Guerrero.
Del Castillo Calderón tenía una increíble facilidad para aprender, lo que le llevó a sobresalir en sus primeros estudios de contabilidad y negocios en el área mercantil.
Su excelencia le llevó a estudiar leyes y recibirse de abogado en 1885, año en el que regresó a Guerrero y comenzó a escalar en la política. Es en este momento cuando se topa con Eusebio Santamaría Almonte y arremete contra Antonio Mercenario.
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El fraude electoral en Guerrero de 1900
El Eco del Sur denunciaba y arremetía contra las ofensas que Antonio Mercenario, gobernador impuesto por Porfirio Díaz, cometía contra Guerrero. Desde la Ciudad de México, el periódico satírico antiporfirista El Hijo del Ahuizote hacía lo propio contra el tirano gobernante.
A este grupo de periodistas e intelectuales se le sumaba el pueblo mismo, harto de las imposiciones del estado.
La gota que derramó el vaso fue cuando Antonio Mercenario expusó sus planes de continuar gobernando, aún cuando ya pasaba por un segundo periodo como mandatario en Guerrero.
El pueblo exigió justicia y las elecciones por un nuevo gobernador de Guerrero se aprobaron, dándose al mismo tiempo que el país decidía entre continuar con Porfirio Díaz o elegir a José Yives Limantour; candidato del Partido Científico, agrupación que respaldaba la candidatura de Rafael del Castillo Calderón para gobernador de Guerrero.
Todo Guerrero salió a votar, la victoria de Castillo Calderón era inminente. Sin embargo, los resultados de las elecciones fueron devastadores: Porfirio Díaz se mantuvo en el poder; al igual que Antonio Mercenario.
Un nuevo gobernador, un mal movimiento y la aparición de un nuevo enemigo
Ante la presión del pueblo, Antonio Mercenario renunció a la gubernatura el 15 de enero de 1901. Entonces, Porfirio Díaz encomienda a su amigo Agustín Mora como gobernador de Guerrero.
El 8 de abril de 1901, Rafael del Castillo Calderón se pronunció contra el régimen porfirista en Mochitlán. Al enterarse, las autoridades locales notificaron a Agustín Mora; quien preocupado por un posible golpe de estado, mandó una carta a Porfirio Díaz.
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Porfirio Díaz decidió poner fin a los eventos en Guerrero de una vez por todas, mandando a uno de sus coroneles de más confianza: Victoriano Huerta.
Victoriano Huerta y el plan del Zapote
El 13 de abril de 1901, Victoriano Huerta partió hacia Guerrero con 450 hombres. Si tenía éxito, le esperaba la gloria de subir de rango en las filas de Porfirio Díaz.
Durante su viaje los caminos se protegieron para que el ejército de Huerta pudiera pasar sin preocupación y fueron las autoridades de Chilpancingo quienes le dieron los nombres de los principales sublevados: Del Castillo, Almonte y Anselmo Bello.
Anselmo Bello nació en Mochitlán, Guerrero y fue la primera víctima de los pocos escrúpulos que tenían las fuerzas militares porfiristas, al asaltar su hacienda en Nejapa, a 60 kilómetros de Chilpancingo.
Ahí capturó a la esposa de Anselmo Bello y fusiló a más de 50 personas, entre mozos y trabajadores. Las tropas de Victoriano Huerta continuaron su camino hacia Mochitlán.
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Se proclama el Plan del Zapote y comienza la cruel batalla final
En la mañana del 21 de abril, Victoriano Huerta y las fuerzas militares porfiristas llegaron a Mochitlán.
En la hacienda de Anselmo Bello, hombres y mujeres se prepararon para cabalgar hasta los campos de Mochitlán, donde Eusebio Santamaría Almonte, Rafael del Castillo Calderón y Anselmo Bello llamaron a las armas y se pronunciaron contra Porfirio Díaz bajo la sombra de un viejo zapote.
Así fue como surgió el Plan del Zapote, cuyos puntos principales fueron los siguientes:
- Desconocimiento del régimen porfirista.
- Reformas a la Constitución de 1857 para adaptarla a las necesidades de los campesinos y los obreros.
- Reparto de tierras y haciendas de los latifundistas, comenzando con las de Tepechicotlán, San Miguel y San Sebastián, del distrito de Guerrero y demás existentes en el suelo mexicano.
- Acuerdo de la junta revolucionaria de pregonar el Plan, siendo deber de todos defenderlo.
Las fuerzas de Huerta cerraron las salidas del pueblo al este y oeste. Al caer la noche, atacaron.
La batalla fue intensa y sangrienta. Los fieros guerrerenses pelearon con todo lo que tenían y más importante aún, no se doblaron ante la presencia de las fuerzas de Porfirio Díaz, quienes los superaban en número aquella noche.
La valentía de los sublevados ardió como un fuego previo a la Revolución Mexicana y no fue olvidado, aún cuando fueron derrotados. Al final de la pelea, Huerta tomó rehenes.
Una vez más, Huerta comandó a sus tropas para capturar hombres, mujeres y niños que nada tenían que ver con la revuelta y los fusiló en la plaza principal, frente a la parroquia de Santa Ana.
Del Castillo, Santamaría Almonte y Bello no tuvieron más opción que retirarse y huir. Victoriano Huerta los estuvo buscando por todo el estado pero no los encontró. Al regresar a la Ciudad de México, fue condecorado por Porfirio Díaz como “General brigadier”.
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El fin de los sublevados
Tristemente, en la historia del Plan del Zapote, los ideales por los que los originarios de guerrero dieron sus vidas eran nobles, pero el poder del porfiriato triunfó.
Rafael Del Castillo Calderón escapó del estado disfrazado de labriego y logró obtener la amnistía de Porfirio Díaz, con la condición de exiliarse fuera de México. Falleció el 29 de abril de 1939 y está sepultado en el panteón de dolores en la Ciudad de México.
Don Anselmo Bello y su esposa huyeron y vivieron en Durango hasta 1921, año en el que regresaron a Mochitlán. Se cuenta que buscaron el favor de Díaz nombrando Porfirio a un hijo suyo.
Eusebio Santamaría Almonte se quedó en Guerrero e intentó continuar la lucha, pero la historia de la masacre de Mochitlán se hizo conocida y nadie le apoyó.
Se refugió en Mezcala; en la casa de su amigo Elías Ramírez. Ambos fueron detenidos en junio de 1901 y sentenciados a muerte.
Fueron fusilados en La Cañada del Zopilote. Antes de ser fusilados, Eusebio Santamaría Almonte exclamó las que serían sus últimas palabras, llenas de esperanza:
“Soldados, soy inocente. Mi único delito es haber luchado en la prensa por la felicidad de Guerrero ¡Ojalá mi sangre haga la felicidad de mi querido estado!”
Eusebio Santamaría Almonte.
Aunque no fue una victoria para los hombres y mujeres que buscaban hacer de Guerrero un estado justo y prolifero, la lucha del Plan del Zapote sí fue una de las chispas que provocaron la Revolución Mexicana.
Los eventos del Plan del Zapote nunca se olvidaron ni se olvidarán en su estado, Guerrero; ni en la memoria de México, pues fue una noble lucha para defender la libertad de un pueblo, que años después se uniría a la batalla más grande que traería; por fin, la tan anhelada libertad.
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