Punta Sur: espacio escultórico del Caribe mexicano (Quintana Roo)
Punta Sur, en Isla Mujeres, Quintana Roo, es el primer lugar de México que tocan los rayos de sol cada mañana.
Olvídate de la rutina y escápate:
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Ahí, frente al Mar Caribe, en uno de los rincones más apacibles de la entidad, emerge de las oscuras y alegres noches tropicales un grupo escultórico en un acantilado. Al parecer, el nombre de Isla Mujeres se debe al hallazgo de figurillas femeninas de barro que los conquistadores encontraron a su llegada en 1517. No obstante, los primeros españoles arribaron en 1511 durante un naufragio.
En “Isla”, como la llaman sus habitantes, casi todos se conocen, por eso “nos portamos bien”, comentó un taxista cuando dábamos un paseo. Este rincón del sureste mexicano, refugio de vacacionistas en busca de descanso y relajación, tiene una ubicación privilegiada; no está tan cerca de la excitante y glamorosa vida de Cancún, pero tampoco tan lejos; sólo la separa un grato paseo en ferry de cinco kilómetros (25 minutos) a través de un mar turquesa, donde con suerte verá algún delfín.
En este pintoresco pueblito de unos 11 mil habitantes se narran curiosas historias de piratas, pues alguna vez fue refugio de bucaneros y filibusteros, como el famoso capitán Lafitte. Sin embargo, la historia que más gusta contar a los isleños es sobre la Hacienda Mundaca, la cual fue edificada, narra la leyenda, por el pirata Fermín Mundaca en el extremo sur de la isla. Actualmente la hacienda se encuentra en reconstrucción.
GRAN ACONTECIMIENTO DE UN PEQUEÑO LUGAR
En noviembre de 2001 la calma de la vida diaria fue interrumpida por la llegada de un grupo de personalidades del mundo de la cultura nacional e internacional. El trajín de bicicletas, motos ligeras y carritos de golf se acentuó. La isla estaba de fiesta.
El arribo de 23 escultores de diversos países se debía a la puesta en marcha del Parque Escultórico Punta Sur, interesante proyecto cultural e iniciativa del conocido escultor sonorense Sebastián. Hoy día, el parque aún es la novedad del pueblo y atractivo para los turistas, quienes tranquilamente lo recorren descubriendo y redescubriendo el significado de aquellas formas tridimensionales que tienen como fondo a la naturaleza en todo su esplendor.
Si bien se inauguró el 8 de diciembre de 2001, los artistas trabajaron con meses de antelación. Algunos traían las piezas desde su taller en la ciudad de México y terminaron de soldar en la isla con ayuda de artistas locales. Las piezas fueron donadas por Eduardo Stein, Eloy Tarcicio, Helen Escobedo, Jorge Yáspik, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Mario Rendón, Sebastián, Pedro Cervantes, Silvia Arana, Vicente Rojo y Vladimir Coria, todos de México; Ahmed Nawar, de Egipto; Bárbara Tieahro y Devin Laurence Field, de Estados Unidos; Dimitar Lukanov, de Bulgaria; Ingo Ronkholz, de Alemania; Joop Beljön, de Holanda; José Villa Soberón, de Cuba; Moncho Amigo, de España; Omar Rayo, de Colombia; y Sverrir Olfsson, de Islandia. Todos fueron convocados por Sebastián, promotor del movimiento, y apoyados por las autoridades culturales locales y estatales.
Paralelo a los trabajos de montaje de las obras se realizó el Primer Encuentro Internacional de Escultura Punta Sur, donde diversos artistas dictaron conferencias sobre su arte. La coordinación y culminación de este sueño no fue fácil, pues el grupo de escultores tuvo que ponerse de acuerdo en mil detalles, como materiales, temas y dimensiones de las obras, cruzar el mar con los metales y las herramientas, o bien las obras ya iniciadas, así como trabajar bajo el fuerte sol caribeño. Sin embargo, quienes estuvieron cerca de los escultores hablan de la buena disposición y la camaradería entre ellos. Su única preocupación era la corrosión. Los efectos ambientales, como la inevitable exposición solar, la humedad y la sal marina darán pelea a las piezas, aunque se ha previsto ya su mantenimiento.
EL RECORRIDO
En el Parque Escultórico también se encuentra el adoratorio a Ixchel, diosa maya de la fertilidad, patrona de la medicina, del tejido, del parto y de las inundaciones. Este vestigio arqueológico es la pieza culminante de la ruta trazada en el parque, ubicado junto a la playa Garrafón, una de las más visitadas por los turistas.
Las esculturas, hoy patrimonio artístico y cultural, miden hasta tres metros de altura; están hechas de metal, pintadas de diversos colores, desde cálidos como naranja, rojo y amarillo hasta fríos como azul y blanco, y neutros como negro y gris. La mayoría son de corte contemporáneo con una marcada tendencia del arte abstracto.
A las aves las formas metálicas les han caído de maravilla, pero en realidad se acercan más por el alimento y el agua colocados en ingeniosas vasijas de madera al pie de cada escultura.
Se aprovecharon las inclinaciones y declinaciones naturales del peñasco, lo que hace más agradable las vistas hacia los diferentes paisajes marinos y a la no muy lejana Cancún. El lugar y la posición de cada escultura favorece el paisaje.
Para esta pequeña isla se tienen grandes planes: proyectos de acuacultura y restauración de vestigios arqueológicos, campos de golf, marinas y casinos. Resulta una incógnita si se harán realidad o si la calma provinciana continuará como hasta hoy. No obstante, faltan más proyectos culturales como el Parque Escultórico Punta Sur, un acierto para esta isla de pescadores, donde el arte convive con la naturaleza en un bello entorno.
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